3

Natalia dormía en su habitación. Como tenía por costumbre, desnuda entre las sábanas. Se levantó de mal humor cuando oyó los golpes en la puerta y corrió a acostarse después de abrir.

—Pero ¿tú sabes la hora que es, criatura? —protestó Carlos. Le contestó la voz adormecida de ella:

—¡Déjame dormir!

El se sentó en el borde de la rama. Se había puesto un traje azul y olía a «Agua Brava».

—¿Entonces, qué? ¿No desayunas conmigo abajo, en el comedor?

—No.

Acarició un sedoso mechón aprisionado entre la almohada y la vuelta de la sábana. Preguntó:

—¿Quieres algo?

Natalia sacó la nariz y dijo que le pidiera el desayuno.

Cuando Carlos cogió el teléfono, ella precisó:

—Para dentro de una hora. Y un vaso grande de zumo de pomelo.

Él se hizo el contrariado.

—¡Hija, por Dios! No me tengas esperando una hora. Tengo muchas cosas que hacer...

Natalia había vuelto a esconder la cabeza bajo el embozo.

—Pues hazlas. A mí no me necesitas para eso.

—Pensé que querrías venir conmigo. Conocerías a un tipo muy importante con el que almuerzo,

—¡No quiero ir!

—¿Entonces te ventilas sólita hasta las seis de la tarde? Si quieres, paso a recogerte donde me digas.

Natalia dio una patada bajo las mantas. Luego gritó:

—¡Déjame dormir!

Satisfecho de sí mismo, abandonó la habitación de puntillas. Su cara tenía la expresión traviesa del niño que ha conseguido arrancar a los padres el permiso para jugar a fuerza de contar mentiras.

En el comedor pidió al camarero que le compraran El Imparcial. Había empezado a desayunar cuando se lo entregó un botones. Carlos desplegó el diario y lo primero que se tiró en cara, en la primera página, fue un NO como una casa. Debajo, en caracteres mucho más pequeños, se leía: «más sangre». La carcajada que soltó, y que fue causa de que se le atragantara la ensaimada, hizo volver la cabeza a los pocos comensales que había en el comedor. «Son unos cachondos, los tíos», pensó. Y siguió riéndose para sus adentros. Quien había compuesto la portada, aparte de recordar al lector a los tres policías asesinados la víspera en el País Vasco y de manifestar la repulsa al terrorismo, dejaba bien clara la posición del diario con respecto al referéndum constitucional que se votaba aquel mismo día.

Mientras terminaba el desayuno echó una ojeada a los titulares. Luego encendió un «dunhill» que fumó poco más de la mitad, el tiempo que necesitó para hacer los planes del día. Primero llamaría a su hija Purificación y se invitaría a tomar café en su casa. Era la única que no se relacionaba con la familia, sobre todo con él. Incluso llegó a decirle en cierta ocasión que la olvidara. Carlos, sin embargo, no pasaba nunca por Barcelona sin visitarla. Estaba convencido de que su misión como padre era procurar que Puri se integrara en el clan familiar como lo había estado antes. Después de la llamada, iría a ver a su hermano Alejandro.

Últimamente era su obsesión. Saber qué clase de vida hacía con Eulalia y qué diablos habían hecho los dos en Málaga, en aquel viaje tan rápido como sospechoso. Seguía sin enterarse del suicidio de María Dolores, porque Alejandro no se lo había dicho, y relacionaba el viaje con la viuda de Juan. «Tiene que ser esa Lolita, que es el diablo en persona, se ha enterado por los espías del Partido del lío mío con los conjurados. ¡Claro! Quiere chafardear a gusto y, al mismo tiempo, ponerme en las manos de mi hermano y la gente de su calaña.» Los rojos, eternos diablos de Carlos, se levantaban contra él, aunque fueran de la familia o estuvieran largo tiempo bajo tierra.

En el vestíbulo se puso la trinchera. Era una prenda holgada, pardusca, entre chubasquero y guerrera militar, que recordaba la que Hitler paseó por todo el mundo en los documentales de los años cuarenta. Carlos, que se sentía muy a gusto en ella, subió al taxi que le esperaba a la puerta del hotel. Pensaba sorprender a su hermano en el apartamento y, si había suerte, a aquella Eulalia a la que sólo había visto una vez de lejos.

El tráfico era fluido y la gente circulaba por la calle con absoluta tranquilidad. Existía cierta alegría en el ambiente, como si el español medio comprendiera que, en realidad, era la primera vez que votaba libremente y que, además, fuera consciente de la importancia que tenía su voto para salir de la situación de provisionalidad en que vivía. Se había reforzado el dispositivo policial, pero la gente aceptaba la medida como la cosa más natural dadas las circunstancias. En una de las paradas que hizo el taxi, Carlos vio a un grupo de personas frente a un escaparate. Miraban los televisores, que transmitían imágenes de algunos políticos en el momento de depositar el voto, o bien hacían entrevistas. Junto al grupo, a pocos metros del escaparate, vigilaba un policía armado con metralleta en la mano. Sin embargo, en ningún momento hizo circular a los curiosos La sensación de calma y confianza desconcertó a Carlos, que escondió el ejemplar de El Imparcial debajo del asiento del coche. El, pensó, había puesto todo de su parte para evitar que llegara aquel día nefasto. Tenía, pues, la conciencia tranquila.

Generaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml
sec_0237.xhtml
sec_0238.xhtml
sec_0239.xhtml
sec_0240.xhtml
sec_0241.xhtml
sec_0242.xhtml
sec_0243.xhtml
sec_0244.xhtml
sec_0245.xhtml
sec_0246.xhtml
sec_0247.xhtml
sec_0248.xhtml
sec_0249.xhtml
sec_0250.xhtml
sec_0251.xhtml
sec_0252.xhtml
sec_0253.xhtml
sec_0254.xhtml
sec_0255.xhtml
sec_0256.xhtml
sec_0257.xhtml
sec_0258.xhtml
sec_0259.xhtml
sec_0260.xhtml
sec_0261.xhtml
sec_0262.xhtml
sec_0263.xhtml
sec_0264.xhtml