6

Fue una cena triste. Tito, que se había negado a probar bocado, observaba a los mayores desde el silloncito de mimbre que había junto al balcón que daba a la Plaza de Serranos. Marta, sin dejar de comer, charlaba por los codos. Emerenciano bromeaba con todos vigilado por su mujer, que se empeñaba en racionarle la comida.

—Por la noche duerme mal —explicó a su prima—. Y es culpa de las digestiones. Como si fuera un chiquillo.

Isabel, por su parte, sólo tomó un plato de verdura y fruta. En cuanto a Beatriz, apenas cenó.

Eulalia la animaba:

—Tiene que comer, señora. A ver si el agua de Valencia le prueba, que este viaje la encuentro a usted muy desmejorada.

A Isabel le había alarmado el despavorimiento que había en la mirada de su prima. Tampoco le agradó la expresión de su rostro, de una blancura mate, como de cera, en el que las facciones se incrustaban atormentadas. El amplio arco de las cejas, los ojos negros y hundidos, las profundas ojeras, el frunce duro de sus labios, todo, excepto la nariz, afilada y pequeña, parecía demasiado grande para aquella cara.

Después de los postres Isabel la obligó a seguirla a su dormitorio.

—Y ahora dime la verdad. Pero que sea la verdad, Beatriz. ¿Cómo te encuentras?

—Ya te he dicho que estoy bien.

—Pues a mí no me lo parece.

Mientras se ponía el abrigo, Beatriz aseguró que todos se confabulaban contra ella.

Su prima protestó:

—Pero ¿qué dices, criatura? ¿Confabularse contra tí? ¿Quién? ¿Por qué tazón? Sabes de sobra que te queremos. Sobre todo tu marido. ¡Quizá demasiado!

—Pero os metéis con mis nervios. Como si estuviera loca,

—Nada de esto. Se trata de tu salud. Así que tendrás que venir conmigo a ver a

un médico. Un especialista. Aquí los hay muy buenos.

—¿Órdenes de mi marido?

—¡órdenes mías, porras!

La miró con dureza.

—Tienes que ser consecuente, hija. Tú quieres a tus hijos y ellos te necesitan. ¿Tú

te has parado a pensar qué sería de ellos si te pusieras enferma de verdad? Alejandro navegando, tu madre, la pobre, hecha una ruina. ¿Qué harían sin tí?

—Parece como si me amenazaras.

—¡No digas dislates!

—Si te pusieras enferma de verdad... Te refieres al manicomio, ¿o me equivoco? Más de uno saldría ganando.

Isabel cogió a su prima de la muñeca.

—¿Cómo puedes ser tan burra? ¿O es que crees que un especialista de los nervios va a ponerte en seguida la camisa de fuerza? Esas aprensiones son impropias de una chica sensata como tú.

Respiraba agitadamente.

—Mira, Beatriz. Cuando tengas el piso como Dios manda, cuando lo hayas ordenado todo a tu gusto, sin prisas, te vienes conmigo a ver a un buen médico. Será una sorpresa para tu marido. Que te vea. Que te dé un tratamiento. Y tú, a obedecerle. Eres una mujer joven. Tienes responsabilidades. Lo sabes mejor que yo. Y has de tener salud y alegría. Alegría, Beatriz. Que es lo que hay que dar también a los hijos.

Beatriz pensó que lo mejor era dar tiempo al tiempo.

—Si lo tomas así —concedió—, tendré que obedecerte.

Miró a su prima buscando una turbia verdad que sólo existía en su mente.

—Y ahora dime. Si todo esto del médico no es cosa de mi marido, ¿a quién se debe?

—A mí.

—¿No será cosa de Marta? Con tal de verse libre de mí es capaz de cualquier cosa.

—Tu chica no ha intervenido en nada.

—Dile que venga. Hablaremos las tres.

—¡No quiero! A Marta déjala estar. ¿Lo has oído? Y quítate esas manías de la cabeza.

Parecía que la cosa había quedado ahí, pero cuando entraron en el comedor, ya a punto de marcharse, la mirada de Beatriz, cargada de reproches, se cruzó un instante con la de su hija. Marta se refugió en los brazos de su tía y exclamó:

—¿Lo estás viendo? No me quiere. Nunca me ha querido. ¿Y sabes por qué?

generaciones

Su madre avanzó hada ella.

—¡Marta!

—¡Me tiene cdos, tía!

A Isabd se le encendió la cara de vergüenza.

—¡Te prohibo que hables así de tu madre! Es tu madre. ¿Entiendes? Y está delicada.

Emerenciano terdó conciliador:

—Estáis cansadas del viaje. Eso es todo. De manera que ahora os acompaño a casa, antes de que se haga más tarde, y a dormir en paz. Ya veréis mañana, con el día, cómo lo veis todo de otro color.

Eulalia retiró los platos atropelladamente. Tito, desconcertado, sacaba fuerzas de flaqueza para no echarse a llorar en aquella casa extraña.

Beatriz, envarada, recodó los guantes y d monedero.

—Cuando tú quieras, Emerenciano —dijo secamente.

Generaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml
sec_0237.xhtml
sec_0238.xhtml
sec_0239.xhtml
sec_0240.xhtml
sec_0241.xhtml
sec_0242.xhtml
sec_0243.xhtml
sec_0244.xhtml
sec_0245.xhtml
sec_0246.xhtml
sec_0247.xhtml
sec_0248.xhtml
sec_0249.xhtml
sec_0250.xhtml
sec_0251.xhtml
sec_0252.xhtml
sec_0253.xhtml
sec_0254.xhtml
sec_0255.xhtml
sec_0256.xhtml
sec_0257.xhtml
sec_0258.xhtml
sec_0259.xhtml
sec_0260.xhtml
sec_0261.xhtml
sec_0262.xhtml
sec_0263.xhtml
sec_0264.xhtml