16
Alejandro Acosta había escrito a su mujer:
«Sé que no es necesario que te lo diga, pero extrema la vigilancia de los chicos. No es mi intención alarmarte, sino simplemente prevenirte. Se avecinan tiempos difíciles. Aquí, en España, la vida va a dar un fuerte bandazo. Ayer leía en un periódico inglés que los españoles se están bolchevizando. Añadía el columnista que el primer paso va a ser una República democrática y que luego vendría el comunismo. Quiera Dios que este hombre se equivoque. Pero me parece que no va descaminado. En todas las situaciones de tránsito, los que más peligran son los jóvenes. Les hierve la sangre, y ¡a moral de relajamiento preconizada por el materialismo es lo que mejor va con sus impulsos ciegos. Me inquieta Carlos. Es muy joven, impulsivo, y podrían embarcarlo en alguna aventura descabellada esas gentes sin Dios. Ya sabes que buscan jóvenes apasionados, poco reflexivos. Juan, en cambio, no me preocupa lo más mínimo. Tiene mucho conocimiento. Es equilibrado y responsable. En cuanto a Marta, tú mejor que yo sabes lo que hay que hacer con ella. Quizá una política de tira y afloja fuera lo mejor. ¿Y el pequeño? ¿Sigue tan morriñoso? Tienes que enseñarle a descubrir lo que de hermoso tiene la vida. Que aprenda a ilusionarse.
»Me han ofrecido el puesto de primer oficial en un barco de la "Transmediterránea". Es una buena compañía, pero tengo demasiados años para que me mande nadie. De todas formas, hablaremos de ello. Quizá pronto.
»Cuídate mucho. Aunque sea únicamente por los chicos. Seguimos haciéndoles mucha falta.»