7

Alejandro sentía el golpeteo de su sangre en las sienes. Ahora estaba seguro de que, llevado de su buena fe y del entusiasmo que había producido en él la agonía del franquismo, había estado haciéndole el juego.

Se levantó y empezó a pasear por su despacho. Había descubierto que su actitud estaba siendo abiertamente antidemocrática. Incluso inhumana. Tres años después de la caída de la dictadura, mientras él disfrutaba de una holgada posición económica, que le proporcionaban los artículos y libros que escribía contra el «capitalismo opresor», muchos compatriotas suyos pasaban hambre precisamente porque tipos como él negociaban con su ignorancia. En lugar de luchar codo a codo con ellos, vivían a su costa.

Pensó en los más astutos, gentes como Muñiz, que utilizaban el crédito profesional de su firma como maniobra de distracción, sin perder de vista el giro a la derecha que se estaba produciendo en el país. Eran plumas muy conocidas. Plumas que se habían acreditado con el franquismo y que, tras unos escarceos con la democracia y sacar el carnet de una sindical o de un partido de izquierdas, firmaban artículos demoledores que publicaban en revistas caras, sólo al alcance de adinerados o de ejecutivos. En los de carácter político, hacían una cultura marxista superficial empedrada de tópicos mezclados con tacos y algún que otro término pasota, con lo cual contribuían a esterilizar el pensamiento colectivo y a confundir a la masa obrera. Se aislaban conscientemente de la realidad sociopolítica del país, encerrándose en sus bellos palacios de palabras. Oreaban un mundo irreal, una nave de locos en la que se iban distanciando de la tierra donde crece lo auténtico, que es el pueblo. Aquellos intelectuales de la transición, periodistas, profesores, ensayistas o historiadores, que tomaban partido por los desheredados según confesaban, cambiaban de coche cada dos por tres, atendían con excesiva largueza a los gastos familiares, si no con ostentación, pagaban cien mil pesetas mensuales por el alquiler del apartamento que compartían con la querida. Y él, Alejandro, era uno de ellos. Otro desaprensivo en la interminable lista.

En el extremo opuesto figuraban los lectores de ABC, El Imparcial o El Alcázar, con cañita y langostinos en «Cosmos» frente al Blanco y Negro de después de la misa de once en la parroquia con la familia. Aquella gente de fino bigotito y temo impecable, o chaquetón de ante, que aparcaba el «Mercedes» o el «Dodge d'Art» en la replaceta de la catedral de provincia o cerca de la parroquia del barrio residencial, era el gran milagro de Suárez, porque en pocos años había pasado de ser clase media de un país hambriento a burguesía de un país que había toreado el toro de la democracia por chicuelinas parlamentarias y consensos moncloísticos. La estocada era profunda. Un bajonazo en la conciencia democrática del país. Ahora, pensaba Alejandro, sólo quedaba apuntillarlo con la crisis económica en puertas, que acabaría por poner a cada hombre en su lugar y a cada España en su trinchera.

Alejandro seguía de pie en la oscuridad. Inmóvil con las manos en los bolsillos del pantalón y el cigarrillo colgando de los labios. El descubrimiento de lo bajo que había caído le convertía en una estatua de sal. Rígida, insensible.

Volvió en sí al oír la llamada del teléfono. Con movimientos automáticos encendió la lámpara que tenía en la mesa de escribir y descolgó. Era su sobrino Pepe, el hijo de su hermano Carlos, que necesitaba hablar urgentemente con él. «Se trata de mi padre —decía la voz—. Acaban de informarme de que anda metido en un asunto muy peligroso. Perdona, pero por teléfono no puedo decirte nada más.»

Tras haber concertado una cita con él, colgó. Había decidido ayudar a su hermano. Pero comprobó entristecido que su suerte no le preocupaba lo más mínimo.

Generaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml
sec_0230.xhtml
sec_0231.xhtml
sec_0232.xhtml
sec_0233.xhtml
sec_0234.xhtml
sec_0235.xhtml
sec_0236.xhtml
sec_0237.xhtml
sec_0238.xhtml
sec_0239.xhtml
sec_0240.xhtml
sec_0241.xhtml
sec_0242.xhtml
sec_0243.xhtml
sec_0244.xhtml
sec_0245.xhtml
sec_0246.xhtml
sec_0247.xhtml
sec_0248.xhtml
sec_0249.xhtml
sec_0250.xhtml
sec_0251.xhtml
sec_0252.xhtml
sec_0253.xhtml
sec_0254.xhtml
sec_0255.xhtml
sec_0256.xhtml
sec_0257.xhtml
sec_0258.xhtml
sec_0259.xhtml
sec_0260.xhtml
sec_0261.xhtml
sec_0262.xhtml
sec_0263.xhtml
sec_0264.xhtml