NOTA PRELIMINAR
Gustave Flaubert y George Sand se conocieron en 1857, poco después de la publicación de Madame Bovary. El bien conocido escándalo provocado por esta obra fue el primer motivo de curiosidad por parte de la escritora hacia la obra de Flaubert, a quien llevaba diecisiete años. Sin embargo, no fue hasta 1863 cuando, al principio de forma muy esporádica, se inició la correspondencia entre ambos escritores. Su amistad se afianzó en 1866; tras haberse visto varias veces en París, a menudo en el célebre restaurante Magny, donde se reunían muchos literatos e intelectuales de la época (los hermanos Goncourt, Renan, Gautier, Turguéniev, Sainte-Beuve, Hippolyte Taine, etc.), George Sand estuvo tres días en la casa de Flaubert en Croisset, cerca de Rouen. Desde ese momento, el intercambio de cartas y el afecto mutuo se mantendría sin mengua hasta 1876, fecha de la muerte de la escritora.
Durante esos trece años, los dos amigos escribieron, según la edición de Alphonse Jacobs (París, Flammarion, 1981), que aquí utilizamos, un total de 422 cartas. De ellas, hemos traducido menos de la mitad. Se ha prescindido del resto por razones como su escaso interés, al ser muchas de ellas breves notas confirmando citas o envíos de libros, regalos, etc.; otras se han suprimido por ser redundantes o por incidir en aspectos literarios o biográficos excesivamente remotos para un lector no erudito. Se ha intentado que en ningún caso la selección impidiera un seguimiento fluido del hilo de la relación epistolar y vital.
La presente traducción se ha hecho con la intención de resultar lo menos visible y lo más legible que pudiera ser. Es por ello que, aun a riesgo de ser tildada de traicionera (más de lo habitual, que ya es bastante), ha prescindido de casi todas las peculiaridades ortográficas del texto original, que especialmente en el caso de Flaubert, no eran pocas. Cuando la intención o la gracia de alguna de ellas era manifiesta (como por ejemplo una carta en la que el autor se declara “Hindignado”), se ha conservado. Del mismo modo, se ha intentado regularizar la endiablada puntuación de los textos de Flaubert, que a menudo no empleaba los signos más usuales, como puntos o comas, sustituyéndolos por guiones, o simplemente obviándolos.
En cambio, se han mantenido las mayúsculas iniciales con que Flaubert, y alguna vez también G. Sand, escribían palabras como Burgués, Arte o Política (aunque es cierto que lo hacían sin ser constantes ni coherentes en ello, sino más bien al modo de subrayados enfáticos y ocasionales).
Albert Julibert
Barcelona, diciembre de 2009