44. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 19-20 de diciembre de 1868]
Noche de sábado
Me parece que se le guarda un poquito de rencor al viejo Trovador (mil excusas si me equivoco) y que se le considera un cerdo desconsiderado (con perdón) por no haber ido al bautizo de los Dos Amorcitos del amigo Maurice.
¡Mi querida maestra debería escribirme para decirme si me equivoco y para darme noticias suyas!
He aquí las mías. Trabajo desmesuradamente y estoy, en el fondo, regocijado por la perspectiva del Fin que empieza a verse. Para que llegue más rápidamente, he tomado la resolución de permanecer aquí todo el invierno, hasta finales de marzo probablemente. Suponiendo que todo vaya de la mejor manera, no habré terminado del todo hasta acabar mayo.
No sé nada de lo que sucede por ahí, ni leo nada, salvo un poco de Revolución Francesa, después de las comidas, para hacer la digestión. He perdido la buena costumbre, que tenía en otros tiempos, de leer todos los días un poco de latín. Ya no sé ni una palabra. Volveré a lo Bello cuando me haya librado de mis odiosos burgueses. ¡Y no pienso volver a ellos!
Mi único recreo consiste en ir a comer todos los domingos a Rouen, a casa de mi madre. Parto a las seis y vuelvo a las diez. Tal es mi existencia.
¿Le dije que recibí la visita de Turguéniev? ¡Cómo le gustaría a usted!
Sainte-Beuve va tirando. Lo veré la semana que viene, pues estaré en París dos días, para buscar algunos datos que necesito. ¿Datos sobre qué? ¡Sobre la guardia nacional!
Escuche esto: como Le Figaro no sabía con que llenar sus columnas, se les ha ocurrido decir que mi novela cuenta la vida de Chancelier Pasquier. Alboroto en París de la familia del susodicho, que ha escrito a otra parte de la familia que vive en Rouen, los cuales han buscado un abogado, de quien mi hermano ha recibido la visita para que… en resumen, que he sido estúpido por no haber “sacado partido de la ocasión”. No me diga que no es bonito, como tontería.
La abrazo, como la quiero, desde el fondo del corazón y con fuerza.