85. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 22 de julio de 1870]
Viernes por la tarde
¿Qué es de usted, querida maestra, y de los suyos? Yo me siento descorazonado, afligido por la idiotez de mis contemporáneos. La irremediable barbarie de la Humanidad me llena de una tristeza negra. Ese entusiasmo que no tiene como móvil ninguna idea hace que desee reventar para no verlo más.
El buen francés quiere luchar 1.º por envidia a Prusia, 2.º porque el estado natural del hombre es el salvajismo, 3.º porque la guerra contiene en sí un elemento místico, que enardece a las masas.
¿Volvemos a la guerra entre razas? Eso temo. La espantosa carnicería que se prepara no tiene ni siquiera un pretexto. Son las ganas de luchar por luchar.
Lloro por los puentes destruidos, los túneles hundidos, todo ese trabajo humano perdido, en fin, una negación tan radical.
El congreso de la Paz ha fracasado, por el momento. La civilización me parece lejana. Hobbes tenía razón: «Homo homini lupus».
El burgués de aquí no llega a más. Considera que Prusia ha sido demasiado insolente y quiere “vengarse”. ¿Ha visto usted que un caballero ha propuesto a la Cámara el pillaje del ducado de Bade? ¡Ah, que yo no pueda vivir entre los beduinos!
He empezado mi San Antonio. Y podría ir bastante bien si no pensase en la guerra.
¿Y usted?
Mi madre está en Dieppe con Caroline. Estoy solo, en Croisset, por algún tiempo. No hace mucho calor. Pero yo chapoteo igualmente en el Sena como una marsopa.
Y la abrazo muy fuerte, querida buena maestra.