83. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 29 de junio de 1870]
Nuestras cartas se cruzan siempre y mantengo la superstición de que si te escribo por la tarde, recibiré una carta tuya por la mañana. Podríamos decirnos:
«Te vi, mientras dormía, un poco triste.»[96]
Lo que me preocupa de la muerte del pobre Jules, es quien le sobrevive. Estoy segura de que los muertos están bien, que reposan quizá antes de revivir, y que en todo caso, vuelven a caer en el crisol para resurgir con todo lo que tuvieron de bueno, e incluso más. Barbès no hizo más que sufrir en toda su vida. Ahora duerme profundamente, pronto despertará. Pero nosotros, pobres supervivientes, no los vemos más. Poco antes de su muerte Duveyrier, que parecía curado, me dijo: ¿cuál de nosotros partirá primero? Teníamos la misma edad. Se lamentaba de que los primeros en partir no pudieran hacer saber a los que se quedaban que eran felices, que se acordaban de sus amigos. Yo le dije: ¿quién sabe? Entonces nos juramos aparecernos el uno al otro, intentar al menos hablar, el primer muerto al superviviente. Eso no sucedió, lo esperé, no me dijo nada. Era un corazón de los más tiernos y de un carácter sincero. No debió de poder; no debe estar permitido; o bien yo no supe escucharlo, no lo entendí.
A mí, es el pobre Edmond el que me preocupa. Esa vida en común, acabada, no puedo imaginarme la ruptura de ese lazo, a menos que también él crea que no se muere realmente.
Me gustaría ir a verte. Parece que estás fresco en Croisset, porque querrías dormir en una playa cálida. Ven aquí, no tendrás playa, pero sí 36 grados a la sombra y un río frío como el hielo, que no hay que desdeñar. Voy allí todos los días a chapotear después de mis horas de trabajo (porque hay que trabajar, Buloz me avanza mucho dinero). Heme aquí explicando mis cosas, como dice Aurore, y sin poder moverme antes del otoño. Ya deambulé bastante después de mis fatigas de enfermera. El hijo de Buloz se presentó uno de estos días para espabilarme. Así que de nuevo a la faena.
Ya que tú irás a París en agosto, ven a pasar algunos días con nosotros. Al menos reirás. Trataremos de distraerte y de zarandearte un poco. Verás a las niñas crecidas y hermosas. La pequeñita empieza a hablar. Aurore charla y discute. Llama a Plauchut viejo soltero. Y, por cierto, con todos los abrazos de la familia, recibe los mejores recuerdos de este buen hombre.
Yo te abrazo tiernamente y te suplico que te portes bien.