114. FLAUBERT A SAND
[París, 28 de enero de 1872]
Domingo por la tarde
[…] Ayer pasé un buen día con Turguéniev, a quien le leí las 115 páginas de San Antonio que llevo escritas. Después de eso, le leí casi la mitad de Dernières Chansons. ¡Qué oyente! ¡Y qué crítico! Me maravilló por la profundidad y la claridad de sus juicios. ¡Ah, si todos los que se atreven a juzgar los libros lo hubieran escuchado, qué lección! No se le escapa nada. En medio de un poema de cien versos, ¡se fija en un adjetivo débil! Me ha dado para San Antonio dos o tres consejos excelentes.
[…]
Mi madre se encuentra bien. ¡Pero su carácter se vuelve insoportable! ¡Mi pobre sobrina ya no sabe qué hacer, ni cómo tomárselo!
Un abrazo a los suyos de mi parte, y a usted, querida maestra, uno bien fuerte, ex imo.
Usted me toma por un imbécil, si cree que voy a vilipendiarla por su cartilla. Tengo el espíritu suficientemente filosófico como para saber que una cosa así es una obra muy seria.
El método es lo más alto dentro de la crítica, porque nos da los medios para crear.