119. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 31 de marzo de 1872]
Domingo de Pascua
Heme aquí de nuevo, querida maestra, y poco alegre. Mi madre me preocupa. Su decadencia aumenta de día en día, y casi de hora en hora. Ha querido venir, aunque los pintores no han acabado aún de trabajar, y estamos muy incómodos. A finales de la semana que viene, tendrá una dama de compañía, que aligerará mis ocupaciones.
Tuve, hace diez días, una violenta discusión con Michel Lévy, ¡que es un pedazo de granuja! Me negó a la cara una palabra dada. Eso me dio la impresión de una bofetada en plena cara, y me puse pálido, luego rojo. Y entonces su trovador… ¡se puso bueno! Nunca la Casa Lévy había presenciado semejante sarao.
Fue por Dernières chansons. ¿Sabe usted cuánto habrán dado Aïssé y Dernières chansons al heredero de Bouilhet, al pobre Philippe, que sacrificó 30 000 francos para salvar del fuego los manuscritos de Bouilhet? ¡Al final, todo junto le dará alrededor de 400 francos! Le ahorro los detalles del asunto, pero es así. He aquí cómo se recompensa la virtud. ¡Si fuera recompensada, ya no sería virtud!
¡No importa! Esta última historia con Lévy me ha afectado como una fuerte sangría. ¡Es humillante ver que uno no consigue lo que se propone! Y cuando uno ha dado a cambio de nada su corazón, su espíritu, sus nervios, sus músculos y su tiempo, se le cae el mundo encima. Mi pobre Bouilhet hizo bien al morir, la época no es halagüeña.
En cuanto a mí, estoy firmemente decidido a no dar trabajo a las imprentas en muchos años, sólo para no tener dolores de cabeza, para evitar cualquier relación con los impresores, los editores y los periódicos, ¡y sobre todo que nadie me hable de dinero!
Mi incapacidad en cuanto a éste último crece en proporciones espantosas. ¿Por qué la mera vista de una cuenta me enfurece? Esto ya parece demencia. Hablo muy seriamente. Fíjese en que este invierno lo he malogrado todo. Aïssé no ha hecho dinero. Dernières chansons me ha llevado a reñir con Lévy. […] Estoy cansado, profundamente cansado, de todo.
¡Ojalá no fracase también con San Antonio! Voy a volver con él en cuanto acabe con Kant y con Hegel. Esos dos grandes hombres contribuyen a embrutecerme. ¡Y cuando abandono su compañía, me lanzo con voracidad sobre mi viejo y tres veces grande Spinoza! ¡Qué genio! ¡Qué obra la Ética!
He leído también un poco de astronomía, siempre para San Antonio. Pero no me siento en vena. ¡Cómo voy a estarlo, con la inquietud permanente que me provoca mi pobre madre!
[…]
Hasta pronto, querida maestra. Mil besos a los suyos, y a usted todo mi cariño.
Su