31. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 18-19 de diciembre de 1867]
Noche del miércoles
Querida maestra, querida amiga del alma,
¡Rujamos contra el señor Thiers![59]
¿Habráse visto un imbécil más triunfante, un carcamal más abyecto, un burgués más mierdiforme? ¡No! ¡Nada puede dar la idea del vómito que me inspira ese viejo chocho diplomático, engordando su estupidez sobre el estiércol de la Burguesía! ¿Es posible tratar con una falta de vergüenza tan completa y tan inepta la filosofía, la religión, los pueblos, la libertad, el pasado y el porvenir, la historia y la historia natural, todo? ¡Me parece eterno como la Mediocridad! ¡Me enerva!
¡Pero lo mejor, son esos revolucionarios a los que hizo encarcelar en 1848, y que ahora lo aplauden! ¡Qué Demencia infinita!
Lo cual prueba que Todo reside en el Temperamento. Las prostitutas, como Francia, siempre han sentido una debilidad por los viejos farsantes.
Intentaré, en la tercera parte de mi novela (cuando llegue a la reacción que siguió a las jornadas de junio), insinuar un panegírico del susodicho, a propósito de su libro De la proprieté, y espero que estará satisfecho de mí.
¿Cómo hay que hacer para expresar la opinión de uno sobre las cosas de este mundo, sin riesgo de pasar, más tarde, por un imbécil? He ahí un arduo problema. Me parece que lo mejor es pintar, con toda honestidad, las cosas que te exasperan. Diseccionar es una venganza.
Y, después de todo, ese tipo no es el que más me desazona, ni los otros como él. ¡Pero los Nuestros! Si hubiésemos seguido el gran camino del señor Voltaire, en lugar de tomar los pequeños senderos neocatólicos, si hubiésemos luchado un poco más por la Justicia en lugar de predicar tanto la Fraternidad, si nos hubiésemos preocupado de la Instrucción de las clases Superiores, dejando para más tarde los Comicios agrícolas, si hubiésemos conservado, en fin, la Cabeza encima del Vientre, no estaríamos ahora así, probablemente… […]
No está nada bien que diga usted que no piense en “mi viejo trovador”. ¿En quién pensar, pues? ¿En mi libro, quizá? Es más difícil y menos agradable. […]
Para dejar terminado mi libro en la primavera de 1869, ¡es necesario de aquí a entonces que no me dé ni ocho horas de descanso! Por eso no voy a Nohant. Es como la historia de las Amazonas. Para tirar mejor con arco, se mutilaban un pecho. ¿Será acaso una buena manera?
Adiós, querida maestra. Escríbame, ¿eh? Un tierno abrazo.