139. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 3 de abril de 1874]
Hemos leído Le Candidat y vamos a releer San Antonio. Esta última, no tengo ninguna duda de ello, es una obra maestra. Estoy menos contenta de Le Candidat. No está visto por ti, espectador, asistiendo a una acción y queriendo interesarse por ella. El tema es deprimente, demasiado real para el teatro y tratado con demasiado amor por la realidad. El teatro es una lente donde una rosa real no hace ningún efecto, es necesaria una rosa pintada. Y ni siquiera una rosa pintada por un maestro haría efecto. Debe ser una pintura cualquiera, una especie de truco. Lo mismo para la obra. Leída, no es demasiado alegre. Al contrario, resulta triste. Como no hace reír, y uno no se interesa por ninguno de los personajes, tampoco se interesa por la acción. Esto no quiere decir que no puedas y no debas hacer teatro. Creo, por el contrario, que lo harás muy bien. Es difícil, muy difícil, cien veces más difícil que la literatura para leer. De veinte intentos, a menos que seas Molière y tengas un mundo propicio para pintar, fracasas dieciocho veces. No importa. Hay que tomárselo con filosofía, has hecho la prueba, uno se habitúa deprisa a este combate y continúa hasta que consigue tocar al adversario, el público, la bestia. Si fuera pan comido, si uno tuviera éxito a la primera, no tendría ningún mérito aceptar esta lucha diabólica de uno contra todos.
Ya ves, querido, te digo lo que pienso. Puedes estar seguro de mi honestidad cuando te apruebo sin reservas. No he leído los periódicos que hablan de ti. Lo que piensen no tiene ninguna importancia para ti ni para mí misma. Los juicios individuales no prueban nada. La prueba del teatro se hace sobre el ser colectivo, y para leer tu obra, he intentado ponerme en la piel de todos. Si hubieras tenido éxito, hubiera estado contenta del éxito, no de la obra. Ciertamente, tiene, desde el punto de vista del estilo, el talento que no puede no estar. Pero es una bella técnica empleada para hacer una casa que no se sostiene sobre el terreno donde tú la pones. El arquitecto se ha equivocado de lugar. El tema estaría bien para una sátira, Mr. Prudhomme, o para una tragedia, Richard d’Arlington.[118] Tú lo haces exacto, el arte del teatro desaparece. Es lo que ocurre con la fotografía. Da igual la perfección de lo que se ve, no hay arte. ¡Y tú, tan artista! Como dicen los campesinos ¡volvamos a empezar, todo se puede mejorar!
Yo escribo una obra ahora, y me parece excelente. Cuando la vea a la luz del quinqué de los ensayos, me parecerá detestable, y tiene tantas oportunidades de ser valiosa como de ser una nulidad. Uno no sabe nunca cuánto vale lo que hace, y nuestros mejores amigos tampoco lo saben. Cautivados por la lectura, se desilusionarán ante la representación. No es que nos hubieran engañado. Quedan asombrados por un efecto nuevo. Quieren aplaudir y sus manos no les responden. La electricidad se ha disipado. El autor se ha equivocado, ellos también. ¿Y qué más da? Cuando el autor es un artista, y un artista como tú, eso le provoca el deseo de recomenzar, y su experiencia le ayuda. Me gustaría más verte recomenzar ahora mismo que verte enfrascado otra vez en tus dos personajillos.[119] Me guío por lo que tú me has dicho del tema, que tiene mucho de verdadero, de buena observación y de fiel reflejo. Tú tienes esas cualidades en primer grado; y tienes otras, las facultades de intuición, de gran visión, de verdadero poderío, que son casi superiores. Tú, insisto en ello, has trabajado tanto con las unas como con las otras, maravillando al público con ese contraste extraordinario. Se trataría de mezclar lo real y lo poético, lo real y lo ficticio. ¿Acaso el arte más completo no resulta de la mezcla de esos dos órdenes de expresión? Tú tienes dos públicos, uno para Madame Bovary, otro para Salambó. Mételos juntos en la misma sala y haz que queden todos contentos.
Buenas noches, mi trovador, te amo y te abrazo, todos te enviamos nuestro abrazo.