53. FLAUBERT A SAND
[Croisset, Jueves 24 de junio de 1869]
Y bien, querida maestra, ¿cómo va eso? ¿El estómago, mejor? ¿Ha encontrado a los suyos bien, etc, etc.?
¿No volverá usted a París a comienzos o mediados de julio? ¿Podría entonces acercarse a Croisset?
No tendré grandes distracciones para ofrecerles. ¡Mi pobre madre envejece a marchas forzadas! ¡Su sordera y su debilidad aumentan día a día! Tiene cerca a las señoras Vasse de Saint-Ouen (que usted conoce) y su tristeza, gracias a esa compañía, es un poco menor. Pero cuando estamos solos, cara a cara, le aseguro, querida maestra, que es penoso.
Pero hablemos de otra cosa.
¿Es verdad que usted y Renan se han enfadado? Fue el Príncipe quien me lo dijo, la vigilia de mi partida.
Mi predicción se ha realizado. La candidatura de mi amigo Renan no ganó, y ha quedado en ridículo. Bien hecho. Cuando un hombre de estilo se rebaja a la acción, decae y debe ser castigado. Y, al fin y al cabo, ¡se trata de Política! Los ciudadanos que se acaloran a favor o en contra del Imperio o la República me parecen tan útiles como aquellos que discutían sobre la gracia eficaz o la gracia eficiente.[82] ¡Gracias a Dios, la Política está muerta, como la Teología! Ha tenido trescientos años de existencia. ¡Ya es suficiente!
¿Se acuerda usted de que le había anunciado la conversión religiosa de esa bendita Plessy? Ahora le anuncio otra, que no sé cuándo se producirá. Pero que se producirá. Es la de Alexandre Dumas, hijo. Me impresionó su expresión mística la última vez que lo vi. Todo me lleva a creer que no me equivoco. ¡Observe la gradación católica de todas sus obras, y sus últimos prólogos! Guarde esta observación para usted, por supuesto. Pero no se sorprenda si cualquier día de éstos lo ve ir a misa.
Yo ahora estoy perdiéndome en los Padres de la Iglesia. (En cuanto a mi novela, La educación sentimental, ya no pienso en ella, gracias a Dios. Está pasada a limpio. Anda en otras manos. Ya no existe. ¡Adiós!). He retomado mi viejo capricho de San Antonio. He releído mis notas, he rehecho el plan, y devoro las Mémories ecclesiastiques de Lenain de Tillemont. Espero llegar a encontrar un engarce lógico (y por tanto un interés dramático) entre las diferentes alucinaciones del santo. Ese entorno extravagante me place. Y me sumerjo en él. Eso es todo.
Mi pobre Bouilhet me agota. Se encuentra en un estado de nerviosismo tal que le he aconsejado hacer un pequeño viaje por el Sur de Francia. Se ha apoderado de él una hipocondría invencible. ¡Una pena, él que era tan alegre en otro tiempo!
Mi sobrina se divierte enormemente en Noruega. No dejaré a mi madre hasta que ella regrese, hacia mediados de agosto. Entonces iré a verla a usted y me trasladaré.
¡Dios mío! ¡Qué cosa más bella y divertida es la vida de los Padres del Desierto! De hecho, eran todos budistas, sin duda. He ahí un problema interesante en que trabajar. Y su solución importaría más que la elección de Jouvencel o de Renan. “¡Oh, hombres de poca fe!”. ¡Viva san Policarpo![83]
Abrace a sus nietas por mí. Besos en las dos mejillas.
Su viejo, siempre Hindignado.