122. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 16 de abril de 1872]
Martes
Querida maestra,
Debería haber respondido enseguida a su carta, ¡tan tierna! Pero estaba demasiado destrozado. Me faltaba la fuerza física. Hoy por fin empiezo de nuevo a oír a los pájaros cantar y a ver cómo verdean las hojas. Ya no me irrita el sol, lo cual es una buena señal. Si pudiera recobrar el gusto por el trabajo, estaría salvado.
[…]
Mi madre dejó Croisset a Caroline, a condición de que yo conserve mi piso. Hasta la liquidación completa de la sucesión, permaneceré aquí. Antes de decidir algo sobre el porvenir, tengo que saber de qué dispondré para vivir. Después de eso, ya veremos. ¿Tendré la fuerza para vivir, en la absoluta soledad? Lo dudo. Me estoy haciendo viejo. […]
Creo que dejaré el piso de París, nada me llama allí. Todos mis amigos han muerto. Y el último, el pobre Théo, ¿tiene para mucho tiempo? ¡Tengo miedo! ¡Ah, es duro rehacerse a los cincuenta años!
Me he dado cuenta, después de 15 días, de que mi pobre madre era el ser al que más he amado. Es como si me hubieran arrancado una parte de mis entrañas.
¡Qué necesidad siento de verla a usted! ¡Cuánto la necesito! En cuanto me desembarace de mis asuntos, iré a verla. Si usted va a París, hágamelo saber, iré deprisa a abrazarla.
[…]
Un abrazo muy fuerte.
Su viejo trovador
Muchos recuerdos a Maurice, al que envidio más que nunca, porque la tiene a usted. Y besos a la señorita Aurore, a pesar (o a causa) de su tos ferina.