103. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 6 de septiembre de 1871]
Miércoles por la tarde
Y bien, mi querida maestra, ¿es que ha olvidado usted a su trovador? ¡Debe estar bien agobiada por el trabajo! ¡Cuánto tiempo hace que no veo sus líneas! ¡Cuánto tiempo que no charlamos! ¡Qué pena que vivamos tan lejos uno del otro! ¡Siento una gran necesidad de usted!
¡No me atrevo a dejar a mi pobre madre! Cuando algo me obliga a ausentarme, Caroline viene a reemplazarme. Si no fuera por eso, iría a Nohant. ¿Usted estará allí indefinidamente? ¿Hay que esperar al fin del invierno para abrazarnos?
Me gustaría leerle San Antonio, que está en su primera mitad. Después expandirme y rugir a su lado.
[…]
No creo en un cataclismo próximo, porque nada de lo que estaba previsto llega. La Internacional acabará quizá por triunfar, pero no como ella lo espera, no como todo el mundo teme. ¡Ah, qué cansado estoy del innoble obrero, del inepto burgués, del estúpido campesino y del odioso clérigo!
Por eso me pierdo, tanto como puedo, en la antigüedad. Ahora hago hablar a todos sus dioses, en estado de agonía. El subtítulo de mi libro podría muy bien ser “el colmo de la insensatez”. Y la tipografía pierde importancia en mi espíritu, cada vez más. ¿Por qué publicar? ¿A quién le importa el arte actualmente? Hago Literatura para mí, como un burgués que tornea servilleteros en su desván. ¡Me dirá usted que valdría más ser útil! Pero ¿cómo serlo? ¿Cómo hacerse escuchar?
Turguéniev me ha escrito diciendo que a partir del mes de octubre vendrá a instalarse en París para todo el invierno. ¡Será alguien con quien hablar! Porque yo ya no puedo hablar de lo que sea con quien sea.
[…]
¡Hasta pronto, querida buena maestra! Un abrazo muy fuerte.
Su viejo
Besotes a las niñas, amigos y demás.