25. FLAUBERT A SAND
[París, 6 de mayo de 1867]
Lunes por la noche
¡Me inquieta no tener noticias suyas, querida maestra! ¿Qué es de usted? ¿Cuándo la volveré a ver?
Mi viaje a Nohant no va a ser posible, he aquí por qué. Mi madre ha sufrido, hace ocho horas, un pequeño ataque. No ha sido nada al fin, pero podría repetirse. Ella me echa de menos, y tendré que adelantar mi regreso a Croisset. Si ella está mejor en agosto, no hace falta decir que me precipitaré hacia su casa […]
Hoy hay cena en Magny, pero no iré, pues faltan los mejores.
Desde que los rumores de guerra se han calmado, todo parece un poco menos idiota. La desazón que me producía la cobardía pública se calma.
He estado dos veces en la Exposición, es agobiante. Hay cosas maravillosas y más que curiosas. Pero el hombre no está hecho para devorar el infinito. Habría que saber de todas las Ciencias y todas las Artes para interesarse por todo lo que uno ve en el Campo de Marte. Alguien que dispusiera de tres meses enteros y que fuera allí todas las mañanas a tomar notas, se ahorraría luego un montón de lecturas o de viajes. Uno se siente muy lejos de París, en un mundo nuevo y feo, un mundo enorme que quizá es el del porvenir. La primera vez que comí allí, pensé todo el tiempo en América y me entraron ganas de hablar como un negro.
Así pues, dentro de quince días regresaré a Croisset, después de tres meses de estancia aquí, donde, según mi costumbre, he hecho apenas la quincena parte de lo que quería hacer.
Muchos recuerdos a Maurice. Un tierno abrazo.
Su viejo
Me han dicho que Girardin ayudó en misa en la capilla de su mujer. Él era el que hacía sonar la campanilla, ¡qué bueno![53][54]