150. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 16 de enero de 1875]
Yo también, querido Botija, te envío un abrazo al comenzar el año y deseo que te sea soportable, ya que no quieres oír hablar del mito de la felicidad. Tú admiras mi serenidad: no viene de mi fondo, sino de la necesidad que tengo de no pensar más que en los demás. No me queda mucho tiempo, la vejez avanza y la muerte toca mi hombro. Soy aún, si no necesaria, al menos extremadamente útil para los míos, y lo seguiré siendo mientras me quede un suspiro, pensando, hablando, trabajando para ellos. El deber es el maestro de maestros. Es el verdadero Zeus de los tiempos modernos, hijo del tiempo que se ha convertido en su amo. Es el que vive y actúa en todas las agitaciones del mundo. No razona, no discute. Sólo examina sin temor, avanza sin mirar hacia atrás. Cronos el estúpido devoraba las piedras. Zeus las rompe con su rayo, y ese rayo es la voluntad. Yo no soy un filósofo, sino tan sólo una servidora de Zeus, que quita la mitad de su alma a los esclavos, pero que la deja entera a los valientes. No me permito el lujo de pensar en mí, de darle vueltas a cosas desoladoras, de desesperar de la especie humana, de contemplar mis dolores y mis dichas pasadas, y de llamar a la muerte. ¡Por Dios!, si fuera más egoísta, la vería venir con alegría. ¡Es tan cómodo dormir en la nada, o despertarse en una vida mejor! […]
Pero para quien aún debe trabajar, ella no debe ser llamada antes de la hora en que el agotamiento abra las puertas de la libertad. Te ha faltado tener niños. Es el castigo de los que quieren ser demasiado independientes; pero ese sufrimiento es una gloria para los que se consagran a Apolo. No te lamentes, pues, de tener que trabajar, aprovecha tu martirio, hay un bello libro por hacer en el horizonte.
Renan se desespera, me dices. No lo creo. Creo que sufre, como todos los que ven alto y lejos, pero él tiene fuerzas proporcionales a su visión. Napoleón V comparte sus ideas. Me ha escrito una carta muy sabia. Él desea ahora una salud relativa para una república razonable, y yo la creo posible aún. Será muy burguesa y muy poco ideal. Pero hay que empezar por el principio. Nosotros, los artistas, tenemos poca paciencia. Queremos enseguida la abadía de Theleme. Pero antes de decir: “Haz lo que quieras”, habrá que pasar por el “Haz lo que puedas”.
Te quiero y te envío un abrazo de todo corazón, mi querido Policarpo. Mis niños, grandes y pequeños, se unen a mí. ¡Nada de debilidad, adelante! Todos nos debemos a nuestros amigos, a nuestros conocidos, a nuestros conciudadanos. ¿Acaso crees que yo no tengo necesidad de ayuda, en mi larga tarea que aún no ha terminado? ¿No amas a nadie, ni siquiera a tu viejo trovador, que siempre canta y a menudo llora, pero que se agarra como un gato furioso a la vida?
[sin firma]