76. FLAUBERT A SAND
[París, 19 de abril de 1870]
Martes por la mañana
Querida maestra,
¡No es la estancia en París lo que me fatiga, sino la serie de desdichas que me han caído encima desde hace ocho meses! Trabajo un poco. Porque, sin el trabajo, ¡qué sería de mí! Me cuesta mucho ser razonable, sin embargo. He estado sumergido en una melancolía negra que reaparece a propósito de todo y de nada, muchas veces a lo largo del día. ¡Después se desvanece, y vuelta a empezar! Hace demasiado tiempo que no he escrito. ¿El vertedero nervioso se agota?
En cuanto esté en Croisset empezaré el texto sobre Bouilhet, deber lamentable y doloroso, del que tengo prisa por desembarazarme para meterme en San Antonio. Al ser un tema extravagante, espero que me divierta.
¿Y usted? Maurice no debe de estar del todo restablecido, si pasa usted las noches cerca de él.
He visto a su médico, el señor Favre, que me ha parecido bastante ejtraño y un poco locatis, entre nosotros. Debe de haber quedado contento conmigo, pues le he dejado hablar todo el rato. Hay grandes iluminaciones en su conversación, cosas que resplandecen un momento. Después, uno no pesca nada.
En cuanto a Lévy, he aquí la historia. Me ha dado 16 000 francos. Después del recuento de páginas, no me debía, estrictamente, más que 14 000. En el último pago, le hice notar mi sorpresa al no recibir 20 000. Entonces me respondió: «¡No se preocupe! ¡Más tarde, ya veremos! Quedará usted contento conmigo. Pero espere un poco».
No me atrevo a recordarle su promesa, ¡pero bien sabe Dios que esos 4000 francos me irían de maravilla! Porque mi estancia prolongada de este año en París ha sido desastrosa para mi pequeña bolsa, y además tengo deudas. Si Lévy no es delicado conmigo, si se hace rogar, si no suelta la pasta prometida, seré grosero y violento. Eso es seguro. Me conozco. Su trovador no es nada sociable ni fácil en estos casos. Tiene el sistema desarreglado. Entiendo mi comicidad, aunque a mí no me hace reír en absoluto. Y Lévy tiene el derecho de regatear un poco, porque finalmente mi novela no ha funcionado como esperábamos (me pregunto por qué, pero es así). Por otra parte, él ha ganado conmigo suficiente dinero como para estirarse un poco. Y me merezco un pequeño premio.
Ésta es la situación, querida maestra. Usted podría escribir al susodicho Michel que espero el cumplimiento inmediato de su promesa (que yo no le voy a recordar). Si me lo niega, no diré una palabra, pero le guardaré rencor. Si está dispuesto a abrir su cartera, me precipito a su casa.
Mi intención es marcharme de aquí hacia el 8 de mayo. Tengo quehaceres hasta entonces.
Abrace por mí a toda la gente de la casa. Echo de menos a Lolo. ¡Pienso en ella a menudo!
A usted, un fuerte abrazo desde el fondo del corazón.