134. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 20 de julio de 1873]
Domingo
Yo no soy como el señor de Vigny: no amo en absoluto «el sonido del cuerno al fondo de los bosques». ¡Hace dos horas que un imbécil instalado en la isla que tengo delante me asesina con su instrumento! Ese miserable me estropea el sol, y me priva del placer de disfrutar del verano. Porque hace un tiempo espléndido. ¡Pero reviento de cólera! Me gustaría, sin embargo, charlar con usted un poquito, querida maestra.
¡Para empezar, felicidades por sus 70 años, que me parecen más robustos que los 20 de otros! ¡Qué naturaleza de Hércules tiene usted! Bañarse en un río helado es la prueba de una Fuerza que me asombra, y el signo de una salud de hierro tranquilizadora para sus amigos. Viva mucho tiempo. Cuídese para sus queridas nietas, para el buen Maurice, para mí también, para todo el mundo. Añadiría que para la Literatura, si no temiera su espléndido desdén.
¡Bueno! ¡Otra vez el cuerno de caza! Es delirante. ¡Estoy por ir a buscar al guarda rural!
Yo no comparto sus desdenes. E ignoro completamente, como usted dice, «el placer de no hacer nada». Cuando no tengo entre manos un libro, o no sueño con escribir uno, me invade un hastío para gritar. La vida, en fin, no me parece tolerable más que escabulléndose de ella. O habría que librarse a los placeres desenfrenados… ¡y ni eso!
Ya he acabado con Le Sexe faible[111] que será representado —al menos eso es lo que ha prometido Carvalho— en enero, si L’Oncle Sam de Sardou es autorizado por la Censura. En caso contrario, sería en noviembre.
Como he tomado la costumbre, durante seis semanas, de ver las cosas teatralmente, de pensar a través del diálogo, ¡he aquí que me he puesto a esbozar el plan de una obra! La cual tiene por título Le Candidat. Mi esbozo ocupa 20 páginas. ¡Pero no tengo a quién mostrárselo! Así que voy a dejarlo en un cajón, y volveré a mi libro. Leo la Histoire de la médecine, de Daremberg, que me distrae mucho. Y he acabado el Essai sur les facultés de l’entendement, de Garnier, que me parece bastante necio. He aquí mis ocupaciones.
Parece que se ha calmado. Respiro.
[…]
No sé si en Nohant se habla tanto del sah de Persia como en nuestras regiones. ¡El entusiasmo ha llegado lejos! ¡Un poco más y lo nombran emperador! Su estancia en París ha tenido sobre la clase comerciante y obrera una influencia monárquica, no lo dude usted. Y a los señores clérigos les va bien. ¡Incluso muy bien!
Al otro lado del horizonte: ¡los horrores que se cometen en España![112] Parece que el conjunto de la humanidad sigue siendo igual de agradable.
Abrace a los suyos de mi parte, querida maestra, especialmente a Lolo.
Su viejo Botija,[113] que la quiere mucho.
[sin firma]