146. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 28 de septiembre de 1874]
No, ciertamente no me olvido de mi Botija adorado, pero me he vuelto tan aburrida que no me atrevía a escribirte. Soy insignificante como la gente feliz en su interior y acostumbrada a sus obligaciones. Todos los días se parecen, las relaciones firmes no cambian. Sin embargo, he tenido, durante casi un año, la vecindad de mi hija, que adquirió la vieja propiedad de mi hermano y que se instaló en ella. Fue un poco contra mi voluntad, porque yo sabía que se iba a aburrir de nosotros, y eso ha pasado. Nos deja después de diez meses, afortunadamente, porque además de su gran espíritu y su encanto, tiene el carácter más fantasioso y liante que se pueda imaginar. Yo tengo mucha paciencia, pero los demás no tanto, y respiran cuando se va. A eso se añaden sus frases sobre su amor al país y a la familia, una pose perpetua que todas sus acciones desmienten, y una malevolencia hacia todo y todos, que resulta muy cómica en contraste con su pretensión de querer a todo el mundo y admirarlo todo. Es una naturaleza esencialmente literaria, en el mal sentido de la palabra. Es decir, todos sus sentimientos se expresan en palabras y no penetran bajo la epidermis. Ella es feliz, de todos modos, porque se quiere mucho. En fin, no me atormento más.
No he tenido una salud demasiado buena este año, y no he dejado la home. Yo quería que me dejaran sola y que se llevaran a las niñas de viaje. Lina no quiso y mis pequeñas han continuado a mi lado. Aurore es grande y robusta como si tuviera doce años. Es un ángel de rectitud y sinceridad. Sigo siendo su profesora y su inteligencia me maravilla.
He vuelto a mi tarea anual, ahora hago mi novela. La facilidad aumenta con la edad, y además no me permito trabajar más de dos o tres meses cada año, si no me convertiría en una fábrica y creo que mis obras carecerían de la conciencia necesaria. Tampoco escribo más de dos o tres horas cada día, y el trabajo interior va haciéndose mientras emborrono mis acuarelas.
[…]
No te daré sermones sobre la misantropía esta vez. Te diría siempre lo mismo, porque siempre es lo mismo (y si no lo fuera, el mundo terminaría). En todas las épocas, el mundo ha sido estúpido para el pequeño número de personas que no lo eran. Precisamente para evitar la pena yo me he hecho estúpida a conciencia, por egoísmo tal vez.
Te quiero y te envío un abrazo. Los míos te abrazan y te quieren. Escríbenos más a menudo, no trabajes demasiado y quiere a tus viejos amigos que hablan de ti continuamente.
Tu trovador.