48. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 2 de febrero de 1869]
Martes
Mi querida maestra,
Vea usted en su viejo trovador a un hombre muerto. He pasado ocho días en París a la búsqueda de datos agotadores (de siete a nueve horas de coche todos los días, bonito método para hacer fortuna con la Literatura… ¡en fin!). Acabo de releer mi plan de trabajo. Todo lo que me queda por escribir me asusta, ¡o más bien me asquea hasta el vómito! Siempre es así cuando reanudo el trabajo. ¡Es entonces cuando me hastío! ¡Me hastío! ¡Me hastío! ¡Pero esta vez supera las anteriores! Por eso temo tanto las interrupciones. No podía hacerlo de otra manera, sin embargo. ¡Me he pateado las pompas fúnebres, el Père-Lachaise, el valle de Montmorency, todas las tiendas de objetos religiosos, etc.!
Total, tengo aún para cuatro o cinco meses. ¡Qué buen uf voy a soltar cuando acabe! ¡Y con qué ganas dejaré a los burgueses! ¡Es hora de que me divierta! […]
Usted me hablaba de la Crítica en su última carta, diciéndome que va a desaparecer. Yo creo, al contrario, que está sólo en su aurora. Ahora ha avanzado a contrapié de la época precedente. Pero nada más (de la época de Laharpe, en que era gramática, de la época de Sainte-Beuve y de Taine, en que era histórica). ¿Cuándo será artística, nada más que artística, pero del todo artística? ¿Dónde ha encontrado usted una crítica que se preocupe de la obra en sí, de una manera intensa? Se analiza minuciosamente el medio en que se produce y las causas que la originan. Pero ¿la poética inmanente de la cual resulta? ¿Su composición, su estilo? ¿El punto de vista del autor? Nunca.
Para semejante crítica haría falta una gran imaginación y una gran bondad, quiero decir una capacidad de entusiasmo siempre dispuesta. Y además, el gusto, cualidad rara, incluso entre los mejores, hasta tal punto que nadie habla de ella.
Lo que me indigna todos los días es ver cómo se ponen al mismo nivel una obra maestra y una torpeza. Se exalta a los pequeños y se rebaja a los grandes. Nada más necio ni más inmoral.
Hablando de necedad, “he oído decir” que la Plessy se ha vuelto estúpida e insociable. Sus amigos se alejan de ella.
En el Père-Lachaise, me asaltó un asco hacia la humanidad profundo y doloroso. ¡No se imagina usted el fetichismo de las tumbas! ¡El verdadero parisino es más idólatra que un negro! Me dieron ganas de tirarme en una fosa.
¡Y la gente avanzada cree que no hay mejor ocupación que rehabilitar a Robespierre! ¡Vea el libro de Hamel![80] ¡Si la República regresa, volverán a bendecir los árboles de la Libertad, como política y creyendo que es una medida atrevida!
Abrace a sus dos nietas por mí. La beso en las dos mejillas, con ternura.
Su viejo