26. SAND A FLAUBERT

Nohant, 9 de mayo de [18]67

Querido amigo de mi corazón,

Estoy bien, trabajo, voy acabando Cadio. Hace calor, vivo, estoy tranquila (y triste, no sé muy bien por qué). En esta existencia tan uniforme, tan tranquila y tan dulce que llevo aquí, estoy en un elemento que me debilita moralmente mientras me fortifica físicamente, y caigo en ataques de melancolía de miel y rosas no por ello menos melancólicos. Me parece que todos aquellos a quienes he amado me olvidan y que ello es de justicia, porque vivo egoístamente, sin hacer nada por ellos. He vivido dedicaciones formidables, que me abrumaban, que sobrepasaban mis fuerzas y que maldecía con frecuencia. Y ahora sucede que, cuando no tengo más que hacer, me disgusta estar bien. Si la especie humana fuera muy bien o muy mal, uno se vincularía a un interés general, se viviría de una idea, ilusión o sabiduría. ¡Pero tú ya ves cómo están los espíritus, tú que truenas con energía contra los miedosos! ¿Eso se disipa, dices? ¡Pero es para comenzar de nuevo! ¿Qué será de una sociedad que se paraliza en medio de su expansión porque mañana puede llegar una tormenta? Nunca antes el pensamiento del peligro ha producido desmoralizaciones como éstas. ¿A tal punto hemos decaído que hay que rogarnos que comamos jurándonos que nada vendrá a inquietar nuestra digestión? Sí, es estúpido, es vergonzoso. ¿Éste es el resultado del bienestar, y la civilización nos empujará a un egoísmo enfermizo y cobarde? Mi optimismo ha recibido un duro golpe en estos últimos tiempos.

Yo me hice una ilusión, me dio coraje la idea de tenerte aquí. Era como una curación que yo cocinaba a fuego lento. Pero ahora tú estás inquieto con tu querida vieja madre, y ciertamente, no tengo nada que objetar. En fin, si puedo acabar Cadio, a la cual estoy atada bajo pena de no poder ni pagar mi tabaco y mis zapatos, antes de que te vayas de París, iré a encontrarte con Maurice. Si no, te esperaré a final del verano. Mis hijos, desconfiados ante este retraso, te esperan también, y deseamos tanto más tu visita por cuanto eso significará que tu madre goza de buena salud.

Hemos vuelto a sumergirnos en la historia natural. Maurice quiere perfeccionarse en los insectos. Yo aprendo de rebote. Cuando me haya metido en la cabeza el nombre y la forma de dos o tres mil especies imperceptibles, habré avanzado un poco, ¿no? Bueno, estos estudios son verdaderos pulpos que te atrapan y te llevan a no sé qué infinito. Tú te preguntas si es el destino del hombre beber el infinito: a fe que sí, no lo dudes, es su destino porque es su sueño y su pasión. Inventar, es también apasionante, pero ¡qué fatiga después! ¡Cómo se siente uno vaciado y despojado intelectualmente cuando ha emborronado páginas durante semanas y meses sobre ese animal bípedo que tiene el derecho exclusivo de ser representado en las novelas! Veo a Maurice completamente fresco y rejuvenecido cuando regresa a sus animales y a sus piedras, y si yo aspiro a salir de mi miseria, es para enterrarme en los estudios que, a decir de los tenderos, no sirven para nada. Siempre es mejor, en cualquier caso, que decir misa y hacer sonar la adoración del creador. ¿Es verdad, eso que me cuentas de G.? ¿Es posible? No me lo puedo creer. ¿No será que hay en la atmósfera que la tierra exhala en estos tiempos un gas, hilarante o parecido, que altera de golpe el cerebro y lleva a hacer extravagancias, como hubo durante la primera revolución un fluido exasperante que llevó a cometer crueldades? Hemos caído del infierno de Dante al de Scarron.

¿Qué piensas tú, cabeza lúcida y buen corazón, en medio de esta bacanal? Estás encolerizado, eso está bien, prefiero eso a que te rías; pero ¿qué ocurre cuando te apaciguas y reflexionas…?

¿Hay que encontrar una manera de aceptar el honor, el deber y la fatiga de vivir a pesar de todo? Yo me recreo en la idea de un viaje eterno por mundos más apasionantes. Pero habría que viajar deprisa y cambiar incesantemente. La vida que tanto lamentamos perder es siempre demasiado larga para aquellos que comprenden rápidamente lo que ven. Todo se repite.

Estoy segura de que no hay más que un placer, el de aprender lo que uno no sabe (y una felicidad: amar las excepciones). Así pues, te amo y te abrazo tiernamente.

Tu viejo trovador

[…]

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