41. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 31 de octubre de 1868]
Sábado por la noche
Siento remordimientos por no haber respondido en tanto tiempo a su carta, querida maestra. Usted me hablaba “de las miserias” pasadas. ¿Cree que las ignoraba? Le confesaré incluso (entre nosotros) que me sentí, en esa ocasión, herido, más todavía en mi buen gusto que en mi afecto por usted. No encontré a muchos de sus íntimos suficientemente interesantes. «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Cómo llegan a ser los hombres de letras tan estúpidos!», fragmento de la correspondencia de Napoleón I. Bonito fragmento, ¿eh? ¿No le parece que lo denigran demasiado, a ese hombre?
La infinita estupidez de las masas me hace ser indulgente con los individuos, que tan odiosos pueden llegar a ser. He acabado de leer los diez primeros tomos de Buchez y Roux.[72] Lo que he sacado en claro es un inmenso disgusto al enfrentarme con los Franceses. ¡En nombre de Dios! ¡Hemos sido tan ineptos durante todo este tiempo en nuestra bella patria! Ni una idea liberal que no haya sido impopular, ni una cosa justa que no haya escandalizado, ni un gran hombre que no haya recibido huevos podridos o cuchilladas. «Historia del espíritu humano, historia de la necedad humana», como dijo el señor Voltaire.
Y me convenzo cada vez más de esta verdad: estamos podridos de catolicismo. La doctrina de la Gracia nos ha llegado tan al fondo, que el sentido de la Justicia ha desaparecido. Lo que más me ha horrorizado de la historia del 48, como de sus orígenes naturales en la Revolución, es que no se despegó de la Edad Media, a pesar de lo que se cree. He encontrado en Marat fragmentos enteros de Proudhon, y creo que los volvería a encontrar en los predicadores de la Liga.
¿Cuál es la medida que propusieron los más avanzados después de Varennes? La Dictadura. Y la dictadura militar. Se cerraron las iglesias, pero se elevaron los templos, etc. Le aseguro que me vuelvo estúpido con la Revolución. Es un abismo que me fascina.
Sin embargo, trabajo en mi novela como una bestia. Espero que a finales de año no me queden más de cien páginas por escribir. Es decir, aún seis buenos meses de trabajo. Iré a París lo más tarde que pueda. Voy a pasar el invierno en la más completa soledad, buena manera de perder la vida rápidamente.
Maurice me ha escrito una carta extraordinariamente amable. Pero ¿por qué se deja disgustar por Buloz? Somos demasiado modestos con esos tipos.
¿Cuándo vendrá usted a hacerme una visita? Yo quizá iré a París tres o cuatro días hacia finales de diciembre.
¿Qué hace usted ahora? Etc., etc.
Todo mi cariño.