99. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 14 de junio de 1871]
¡Tienes ganas y necesidad de verme y no vienes! Eso no está bien, porque yo también, y todos nosotros aquí, suspiramos por ti. ¡Nos separamos tan felices, hace 18 meses, y tantas cosas atroces han pasado desde entonces! Volvernos a ver, después de haber sobrevivido, sería el consuelo debido. Yo no puedo moverme, estoy sin blanca, y tengo que trabajar como un negro. Además, no he visto a un solo prusiano, y querría guardar mis ojos vírgenes de esa suciedad. ¡Ah, amigo mío, qué años nos ha tocado pasar! Nada volverá; la esperanza se va con todo lo demás.
¿Cuál será el contragolpe de esta infame Comuna? ¿Isidore, o Enrique V, o el reino de los incendiarios guiado por la anarquía? Yo, que tengo tanta paciencia con mi especie y que durante tanto tiempo he visto sólo lo bueno, hoy no veo más que tinieblas. Juzgaba a los demás por mí misma. Yo había vencido a mi propio carácter, había dominado las ebulliciones inútiles y peligrosas, había sembrado sobre mis volcanes hierba y flores que los embellecían, y me figuraba que todo el mundo puede mejorarse, corregirse o contenerse, que los años pasados por mí y por mis semejantes no podían estar perdidos para la razón y la experiencia. Y he aquí que me despierto de un sueño para encontrar a una generación dividida entre el cretinismo y el delirium tremens. ¡Todo es posible ahora!
Y, sin embargo, está mal desesperar. Voy a hacer un gran esfuerzo, y quizá recobre mi ecuanimidad y mi paciencia. Pero, ahora mismo, no puedo hacerlo. Estoy tan preocupada como tú, y no me atrevo ni a hablar, ni a pensar, ni a escribir, tanto temo avivar las llagas abiertas de todas las almas.
He recibido tu carta, y esperaba a tener fuerzas para responder; no querría sino hacer bien a los que amo, a ti sobre todo que sientes tan vivamente. No valgo nada en este momento. Siento una indignación que me devora y un asco que me asesina.
Te quiero, es todo lo que sé. Mis niños te dicen lo mismo. Dale un abrazo de mi parte a tu buena madrecita.