133. FLAUBERT A SAND
[Croisset, 12 de diciembre de 1872]
Querida maestra,
¡No se preocupe más por Lévy! Y no hablemos más de él. No es digno de ocupar nuestro pensamiento ni un minuto; me ofendió profundamente en un tema sensible: el recuerdo de mi pobre Bouilhet. Eso es irreparable. No soy cristiano, y la hipocresía del perdón me resulta imposible. No tengo por qué frecuentarlo más. Eso es todo. No quiero verlo nunca más. Amén.
Y no tome usted demasiado en serio las exageraciones de mi ira. No crea que cuento “con la Posteridad para vengar la indiferencia de mis contemporáneos”. Solamente quería decir esto: cuando uno no se dirige a la Masa, es justo que la Masa no te pague. Esto es Economía Política. Dicho de otro modo, sostengo que una obra de arte (digna de ese nombre y hecha a conciencia) es inapreciable, no tiene valor comercial, ni se puede pagar. Conclusión: si el artista no tiene rentas, ¡debe morirse de hambre! Bonita cosa.
¡Y hablan de la independencia de las letras! Parece que el Escritor, como ya no recibe su salario de los grandes, es mucho más libre, mucho más noble. Toda su nobleza social consiste ahora en ser igual a un Tendero. ¡Qué progreso! En cuanto a mí, usted me dice: «Seamos lógicos», pero eso es lo difícil.
No estoy del todo seguro de escribir buenas obras, ni de que el libro con que sueño ahora pueda estar bien hecho. Lo cual no me impide intentarlo. Creo que la idea es original, nada más. Y como espero verter en él la hiel que me asfixia, es decir, soltar unas cuantas verdades, espero de ese modo purgarme y volverme un poco más Olímpico. Cualidad que me falta del todo. ¡Ah, cómo me gustaría admirarme!
Entro hoy en mi año 52, y quiero enviarle un abrazo. Lo cual hago con ternura, ya que usted me quiere tanto.
Su viejo trovador
Un duelo más. Estuve en el entierro del viejo Pouchet, el pasado lunes. Sostuve a su hijo Georges, que sollozaba desconsoladamente. La vida de ese buen hombre fue bella, y lloré por él.
¡No salgo de los funerales! ¡Es para hacerse enterrador!