88. SAND A FLAUBERT
[Nohant, 7 de agosto de 1870]
Domingo por la tarde
¿Estás en París, en medio de esta tormenta? ¡Qué lección reciben los pueblos que quieren amos absolutos! ¡Francia y Prusia degollándose por cuestiones que ni siquiera entienden! ¡Henos aquí ante los grandes desastres, y cuántas lágrimas por todas partes, incluso si resultáramos vencedores! No se ven sino pobres campesinos llorando a sus hijos que parten. La movilización se lleva a los que nos quedaban, ¡y cómo los tratan, para empezar! ¡Qué desorden, que desorganización en esta administración militar que todo lo absorbe y lo engulle! ¿Esta horrible experiencia probará finalmente al mundo que la guerra debe ser suprimida o que la civilización perecerá?
Nosotros estamos aquí, recibiendo noticias de derrotas. Quizá mañana sabremos de alguna victoria, y tanto en un caso como en otro, ¿qué quedará de bueno y útil?
Finalmente ha llovido por aquí, con una tormenta espantosa que lo ha arrasado todo. El campesino labra y rehace sus campos, faenando duro siempre, triste o alegre. Es estúpido, dicen: no, es niño en la prosperidad, hombre en el desastre, más hombre que nosotros que nos lamentamos; él no dice nada y, mientras otros se matan, siembra, reparando siempre por un lado lo que se destruye por el otro. Nosotros vamos a intentar hacer igual y buscamos una fuente de agua a 50 o 100 metros bajo tierra. El ingeniero está aquí y Maurice le está enseñando la geología del suelo. Tratamos de excavar en las entrañas de la tierra para olvidar lo que pasa en la superficie. ¡Pero nada puede distraer de esta consternación!
Escríbeme dónde estás. Te envío ésta a donde me indicaste, Rue Murillo. Te queremos y te abrazamos todos.