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Le acaricias el pelo; ella suspira y te sonríe con picardía.
—No hay mejor sitio que éste; nosotras te cuidaremos.
Las palabras que te ha susurrado la rubia te resultan muy tentadoras. Sus delicadas manos acarician tu cabellera. En ese mismo momento, notas cómo un agradable escalofrío recorre tu espalda.
—Vente a nadar con nosotras.
La pelirroja tiene una voz suave y sus palabras te han encandilado. Baila lentamente a tu lado. Los bucles de su pelo rojizo vuelan al viento como extrañas llamaradas de un fuego mágico, resbalando sobre su espalda pecosa.
Al rato, las tres te alzan del suelo para abrazarte, cogiendo tus manos mientras se acercan al agua reluciente y cristalina. Del fondo emanan brillos misteriosos que parecen provenir de joyas preciosas que reposan en el fondo. El murmullo de las aguas y el canturreo que se puede escuchar entre las ramas invitan a sumergirse. No puedes resistir la atracción que reina en ese mágico lugar y te dejas llevar por esas atractivas mujeres.