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Un impacto en el pecho te detiene en seco. Caes de rodillas al suelo, sujetando la flecha que se ha clavado en tu pulmón, cerca del corazón.
Merkar balbucea tu nombre asombrado, cuando de pronto una flecha silba, se clava en su hombro y lo derriba.
Entre brumas, escuchas cómo salen de la casa Deilos y el resto del grupo. Suena un cuerno, se escuchan voces de alerta. Taifos agarra a Merkar, se lo carga a la espalda y sale corriendo detrás de Deilos que vocifera al resto del grupo:
—¡Corred, idiotas!
Se oyen más voces. Parece que están dando la alarma en la aldea. El grupo se pierde en un horizonte de niebla que no alcanzas a entender. De pronto notas un brazo que te sujeta y te intenta levantar a duras penas. Es la chiquilla que te arrastra como puede fuera de la casa, empujándote por encima de la tapia y llevándote hasta los lindes del bosque. Abajo los campesinos gritan y lloran al comprobar la carnicería que se ha cometido en la casa de uno de sus vecinos, señalando al grupo que huye hacia el desfiladero.