173
El salto del corueco te sorprende, a pesar de tu aceleración. Jamás hubieras pensado que pudiese cubrir esa distancia a tanta velocidad. Tu Yagartéi se estrella contra su brazo y te da la sensación de haber golpeado una columna de piedra. Un latigazo te recorre ambos brazos desde el hombro hasta la punta de los dedos y sueltas la espada con un alarido.
El corueco está encima de ti y sus malévolos ojillos dorados te observan cruelmente; intentas zafarte usando tu aceleración pero la bestia intuye tu intención y te propina un zarpazo que te impacta sin que puedas esquivarlo. Tu cuerpo sale proyectado hacia atrás y sientes como toda tu espalda cruje en mil pedazos cuando chocas contra un ancho roble. Escupes un líquido espeso y dulzón al caer al suelo.
El corueco se acerca lentamente. Intentas moverte en vano. Tu cuerpo no te obedece; tu boca está pastosa y sabe a sangre.
—Ven, pequeño, ven… —balbuceas irónico, intentando llamar su atención. Sabes que vas a morir. Pero ya no sientes nada.
FIN