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Te estremeces al ver que el siseo sus voces va acompañado de una mueca y que por sus bocas asoman lenguas de reptil. La espantosa visión te libera brutalmente de su hipnótico hechizo. Supones que deben ser Niryiin y empuñas con firmeza tu espada para amenazarlas con el acero. Cada vez que el arma apunta en dirección de una de ellas, ésta se retuerce y se agacha retrocediendo mientras que otra intenta acercarse por detrás. Las mantienes a raya girando sobre ti mismo e intentas arrinconarlas. Han perdido todo el atractivo: sus largas y sedosas melenas se han convertido en sucio cabello encrespado, sus bífidas lenguas se agitan silbando en el aire, sus dulces miradas tienen ahora connotaciones viperinas. Logras encararlas a las tres, y cuando te dispones a lanzar un ataque, huyen velozmente saltando a las aguas de la poza, que borbotean a su contacto. Te ha dado la impresión que en el momento de sumergirse ya no tenían esbeltas piernas, sino largas colas de serpiente.
El aspecto de la poza vuelva a ser el que viste antes de sentirte tan cansado. Lúgubre, tenebroso, y sobre todo, muy peligroso.
Vuelves sobre tus pasos. Al pasar junto a la tumba de la muchacha, no puedes evitar pensar que ella te hubiese podido ayudar a superar ese espantoso encuentro.
Retomas el camino hasta llegar al prado.