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Dejas caer el arco y desenvainas tu espada, dispuesto a afrontar a Deilos.
Ves cómo la chiquilla se mueve lentamente para cargar su arco y disparar.
Adoptas una postura de defensa esperando su ataque; escuchas voces de alarma que provienen de las diferentes chozas.
Deilos se lanza sobre ti gritando y lanzando un tajo a la altura de tu cabeza; detienes su hasha con tu acero ejecutando una parada vertical a la altura de los hombros. La inercia de su movimiento le atrae hacia tu lado izquierdo y aprovechas su impulso para girar sobre tus talones y propinarle un codazo en el cuello que le arranca un gruñido de dolor, haciéndole caer hacia delante.
Recupera su equilibrio rápidamente y al levantarse se percata de la presencia de la chiquilla que ya se dispone a tensar el arco. Su aceleración le permite armar el brazo antes de que ella pueda disparar y se dispone a darle un tajo, pero tú ya te has colocado a su lado opuesto y le propinas una patada con todas tus fuerzas que le proyecta hacia el suelo de nuevo.
—¡Huye niña! —le gritas a la chica sin perder de vista a Deilos.