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El silbido de tu flecha precede el de la chica, pero no alcanza tu objetivo. Deilos se sobresalta cuando escucha el silbido que le roza las piernas y ve cómo una flecha se clava en el prado a pocos metros de él. En ese mismo instante otra flecha se le clava en el hombro, arrancándole un grito de dolor agudo. Si no se hubiese movido, le hubiese atravesado el corazón.
Dahzor, que avanzaba por detrás de él, asustado por el ataque, da media vuelta y huye gritando:
—¡Es otra emboscada! ¡Nos estaban esperando, huyamos!
La chiquilla está sorprendida por lo ocurrido y te mira de reojo levantando un ceja con reprobación. Le coges rápidamente el cuerno del cinto aprovechando su confusión.
—¡Rápido! ¡Hay que alertar a los campesinos!
Y te pones a soplar el cuerno con todas tus fuerzas.
Se empiezan a oír gritos en la cabaña y en las chozas de los alrededores, mientras observas cómo el grupo huye corriendo a toda velocidad. Deilos corre sujetándose el hombro con el otro brazo y gruñe de dolor en cada zancada que da.
—Vamos —le susurras suavemente a tu misteriosa compañera—. ¿No querrás que nos sorprendan aquí, verdad?
Corréis agazapados subiendo por la loma hasta los lindes del bosque de Corocín.