85
Te desplazas sin hacer ruido, con la agilidad de un gato, tal y como te enseñaron en la academia…
Al llegar junto a un grueso fresno, hacéis una pausa para recuperar el aliento. Ella no deja de mirarte con insistencia y descubres que se está fijando en todos los detalles de tu indumentaria: la espada al cinto, la ropa de combate… hasta que se queda mirando fijamente tu brazalete con cinco estrías azules.
—¿Qué representa ese brazalete con marcas que llevas en el brazo?
Carraspeas antes de contestar.
—Es una identificación que indica mi graduación.
—¿Tú también eres un guerrero de Uhdanfiún como ellos, verdad?
—Bueno sí, quiero decir no, es decir no exactamente.
—No es la primera vez que veo un brazalete como éste… El que lo llevaba me salvó… cuando me iba a violar un grupo como ése.
Señala a Deilos y los suyos que veis marchar a lo lejos, corriendo hacia el desfiladero.
—Aunque, al igual que tú, también iba con ellos.
No sabes qué contestarle. Sólo la miras en silencio.
Se acerca lentamente, muy cerca. Su aliento calienta tus mejillas. A pesar de su mirada dura y fría, ves cómo unas lágrimas brotan de sus ojos.
—Dale recuerdos de mi parte cuando lo veas. —Te besa en los labios suavemente—. Se llama Derguín.
Se separa de ti lentamente, dejando resbalar sus manos por tus mejillas. En las suyas, ves cómo resbalan las lágrimas. Se oculta el rostro con la capucha, da media vuelta y se aleja de ti.
Cuando la pequeña figura se pierde entre los cerros, te pones en marcha para llegar cuanto antes al campamento, pensando en lo que te ha dicho.
Te acuerdas muy bien de ese tal Derguín. Él y su amigo Mikhon Tiq fueron severamente castigados y luego expulsados de la academia, hace un año aproximadamente, por enfrentarse a sus propios compañeros. Sonríes al pensar que acabas de hacer algo parecido, mientras apuras el paso.