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—Acompáñame —te contesta Linar.
Linar avanza con pasos largos y decididos entre la espesura y tú a duras penas logras seguir su ritmo. Al rato llegáis a un camino que se abre paso en el bosque, desemboca sobre un prado y finalmente encara una loma, sobre la cual se erige un extraño árbol, formado por cuatro troncos fundidos en uno solo. Lo que parece una hendidura resulta ser una puerta natural que da acceso a la casa de Linar.
El mago te ofrece bebida y alimento para recuperar fuerzas y notas de inmediato cómo tus entumecidos músculos recobran nuevamente la vitalidad, a pesar del reciente enfrentamiento con el corueco. Linar sube por su árbol, hasta llegar a la copa del Gran Viejo, donde se levanta una plataforma natural. Desde ella escudriña los alrededores.
Al cabo de un minuto, carraspea y te dice:
—El grupo que os ha atacado no está en el bosque. Están regresando a su cubil. No suelo mezclarme en asuntos mundanos pero el coraje y la destreza que has demostrado ante el corueco, merece una recompensa. Tuviste suerte que no fuera adulto, pero eso no deprecia en nada tu valor. Te llevaré hasta los lindes del bosque si lo deseas. Acaba de comer y partiremos luego.
Mientras bajas de la plataforma, observas cómo el mago aparta un velo de hojas que oculta un extraño teclado. Cuando el mago lo presiona sientes como unas clavijas que forman parte de la madera del árbol se accionan y suena una música de órgano en todo el bosque.
La música de Corocín.
—Es en homenaje a tu amiga —te explica el Mago—. Para que descanse en paz.