152
Enumeras velozmente la secuencia de números y letras, sintiendo al instante una exagerada rigidez en tus riñones. La temperatura de tu cuerpo aumenta súbitamente. Salvo Deilos, que ves aproximarse rápidamente, todo parece haberse vuelto más lento.
Impulsado por un resorte invisible, brincas desde tu lado de la tapia y agarras a la chiquilla por la cintura, levantándola como si fuera un pequeño fardo. Justo donde te encontrabas medio segundo antes, una flecha se clava en el esponjoso suelo del prado. Encaras la ladera y empiezas a ascender corriendo hacia el bosque; a tu espalda escuchas voces de alarma que provienen de las diferentes chozas.
Te apresuras con todas tus fuerzas pero puedes percatarte con el rabillo del ojo que Deilos te está ganando terreno… Los demás han quedado muy descolgados atrás.
Apenas trescientos metros y llegaréis al bosque. La muchacha intenta debatirse pero se mueve torpemente. Apuras un poco más tu aceleración.
Ciento cincuenta metros. Tienes a Deilos cada vez más cerca.
Cincuenta metros, diez… puedes escuchar como resopla a tu espalda.
De repente sueltas a la chiquilla y te giras ejecutando un Yagartéi intimidatorio que golpea con fuerza la espada que lleva en alto Deilos, haciendo que vuele por los aires.
A pesar de estar desarmado, te mira primero con sorpresa y luego con odio, rechinando entre dientes:
—Te arrepentirás de esto…
Le propinas una patada frontal en todo el pecho que le proyecta violentamente hacia atrás, haciéndole rodar cuesta abajo.
La muchacha se ha incorporado y puedes ver el asombro reflejado en sus ojos. La coges de la mano y reanudáis la carrera hacia el bosque, apurando tus fuerzas antes de que terminen los efectos de tu primera aceleración.
—No creo que sea buena idea —te dice ella resoplando.
—No se me ocurre otra.