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El corueco salta hacia ti.
Tú das un brinco hacia delante, seguido de una voltereta con la esperanza de situarte detrás de él, pero compruebas algo tarde que su velocidad es pasmosa, incluso estando tú en segunda aceleración.
Terminas tu maniobra desenfundado el arma para protegerte. El cuerpo del animal te envuelve prácticamente y lanzas un tajo desesperado para sacarte de encima tan tremenda mole. Tu kisha ejecuta una arco bajo su cuerpo y notas cómo se hunde levemente en su abdomen… para acabar golpeando algo metálico. La sacudida del impacto te hace soltar el arma y notas un latigazo en todos los músculos, desde el hombro hasta la punta de los dedos.
El corueco también parece haber reaccionado. Profiere un rugido estremecedor y da un sorprendente brinco como si de un gato rabioso se tratase, para acabar sobre sus patas nuevamente, encarándote con una mirada amenazadora.
Vuelves a afrontar la bestia totalmente desarmado. Te planteas huir, pero estás totalmente convencido que el corueco te dará alcance.
Intuyendo tu pánico, la espantosa bestia profiere otro bramido ensordecedor que no presagia nada bueno.