150
Fingiendo un aparatoso bostezo, rechazas la generosa invitación disculpándote por estar muy cansado. Explicas que prefieres acostarte pronto para estar en forma al día siguiente.
Deilos se asombra de tu indiferencia y tuerce el gesto decepcionado. El grupo se despide y abandona sigilosamente el campamento. Cuando se alejaban, te ha parecido escuchar la gruesa voz del corpulento Taifos:
—Es un nenaza.