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Al aproximarte a los alrededores del campamento, decides dar un rodeo y entrar con cautela por la zona donde acampan los maestros, con la intención de informarles de la infamia que han cometido Deilos y los suyos. Te desplazas sigilosamente, acercándote a la tienda del maestro Turpa, cuando escuchas su voz con nitidez, que proviene del interior.
—… reconozco que nunca lo hubiese imaginado. Me parecía un Ainari ejemplar y con un gran futuro por delante. Y por lo que me has contado, resulta que le faltan redaños para castigar a unos campesinos amotinados. Debimos haberle despachado junto con el inútil Zarenyo de Ritión cuando simulamos la emboscada al campamento. Si tiene la osadía de regresar aquí, lamentará no haber muerto. ¿Algún testigo?
En ese momento escuchas la voz de Deilos, después de un leve carraspeo:
—Ninguno, Maese Turpa. Pero por su culpa no pudimos dar el escarmiento en la aldea como estaba previsto. Se tendrá que realizar otra cacería secreta para que los campesinos comprendan que no pueden retrasarse a la hora de pagar los impuestos.
Te alejas de la tienda con una mezcla de consternación e ira en tus entrañas. Atisbas desde tu escondite la presencia de tres figuras vigilando el recinto: son Taifos, Merkar y Bhratar, responsables de montar la guardia ahora. Seguro que te están esperando con instrucciones muy precisas y poco amigables.