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La voz te resulta extraña, una curiosa mezcla entre ronca e infantil. Mantienes tu cuerpo rígido e inmóvil mientras giras lentamente la cara hacia el sonido de la voz que has escuchado. Un bulto oscuro e invisible, perfectamente oculto detrás un desnivel del terreno, te está apuntado con su arco. Lo único que consigues ver es la punta de la flecha que no está en las sombras y apunta directamente hacia ti. No podrías esquivarla a esta distancia.

—Al principio a ellos… luego a ambos.

—¿Y sabes cuáles son sus intenciones?

—Es lo que intento averiguar.

—Yo te lo puedo decir. Los he visto antes. Son guerreros de Undanfiún. Van a entrar en una de esas chozas para masacrar a la familia que viva dentro… —la voz carraspea— y a lo mejor hacer cosas peores.

Sus palabras te han sacudido como si fueran un mazazo. No logras articular una sílaba.

—Ahora que lo sabes… ¿Me vas a ayudar a detenerlos o te vas a desentender y convertirte en su cómplice?