123
La transformación te horroriza y repugna al mismo tiempo, al recordar que segundos antes estabas abrazado a ellas. Sus voces han dejado de ser seductoras para convertirse en un siseo viperino que proviene de las bífidas lenguas que asoman tras unas bocas espantosas. Medio desnudo pero totalmente recuperado, intentas sacarte de encima lo que supones deben ser mortíferas Niryiin, alzando tu espada y apuntando hacia ellas tu acero. Cuando acercas la kisha a una de ellas ves cómo retrocede y se enrosca, encogiéndose y silbando amenazas, mientras otra procura sorprenderte por detrás. Te ves obligado a girar constantemente, blandiendo tu arma de manera desafiante, para mantenerlas a distancia. Con un movimiento intimidatorio, consigues finalmente arrinconarlas contra una roca. Las hermosas doncellas se han convertido en esperpénticas visiones de cabello greñudo y aspecto de ofidio. Te preparas para lanzarles un golpe mortal cuando se revuelcan en el suelo súbitamente y huyen vertiginosamente hacia las aguas de la charca que burbujean a su contacto. En el momento de sumergirse, jurarías que sus esbeltas piernas se habían convertido en sinuosas colas de serpiente.
Tu entorno ha perdido todo el encanto de hace unos instantes. La poza vuelve a ser lúgubre y apestosa. Los alrededores tienen un aspecto tétrico y sobre todo, extremadamente peligroso.
Te vistes apresuradamente y regresas hasta el lugar donde dejaste a la chiquilla durmiendo para constatar que, afortunadamente, no ha sufrido ningún daño y sigue adormilada entre los helechos. La despiertas con cuidado y compruebas que está confusa. Le informas que la charca es un callejón sin salida putrefacto y que tenéis que regresar por donde habéis venido. Decides que es mejor no contarle tu aventura con las Niryiin, no vaya a ser que te pida que le cuentes los detalles.
Reemprendéis el camino que os lleva de nuevo hasta el claro.