155
Examinas con atención el prado que se extiende ante vosotros: una pequeña aldea de campesinos, con chozas aisladas y huertos que se delimitan unos a otros con pequeños cercados o alguna tapia. Al otro extremo, la ladera asciende bastante rápidamente para dar paso a un bosque de aspecto fantasmagórico que domina toda la aldea, con robles y fresnos gigantescos que parecen estar vigilando el diminuto poblado que se extiende ante ellos. Algo amenazador y sobrenatural parece emanar de aquella arboleda.
—Es el bosque de Corocín —te dice Dedos, que se ha percatado de tu interés por el paisaje—. Por nada del mundo me metería ahí dentro.
A diferencia de antes, su tono es ahora respetuoso, incluso te parece que alberga un temor contenido.
—Tiene un aspecto siniestro —concedes.
—Dicen que en su interior hay bestias muy peligrosas, y por supuesto, coruecos.
Los coruecos; unas bestias temibles prácticamente invencibles, te parece recordar. Se rumorea que su piel es un armazón metálico y que sus presas favoritas son los humanos…
Sientes una repentina agitación al imaginarte que quizá ése sea el objetivo de la cacería secreta… hasta que Taifos sale del bosque con gesto satisfecho, interrumpiendo tu reflexión.