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Cuando estás prácticamente sobre él, lanzas el brazo hacia delante y cargas todo tu peso sobre su espalda para amordazarle la boca con tu mano y mantenerle aplastado contra el suelo, tal y como os han enseñado en las técnicas de emboscada de la academia.
Apenas ha emitido un bufido cuando ha sentido tu presión y lo mantienes totalmente inmovilizado. Tampoco parece que quiera debatirse demasiado. Le das la vuelta lentamente para verle la cara… y alucinas: ¡Es una chiquilla!
Apenas debe tener catorce años. Bajo la capa con capucha, viste con pieles y harapos. Tiene el cabello largo pero parece tan sucio que no aciertas a adivinar el color. Lleva unas calzas que le vienen anchas y un cuerno de caza le cuelga de un cinto tosco hecho con cuerda basta. Un arco corto y su aljaba asoman por su espalda. Tú sigues sin incorporarte, para permanecer invisible.