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Sin dejar de controlar los movimientos del grupo, examinas con atención el prado que se extiende ante vosotros. Una pequeña aldea de campesinos, con chozas aisladas y huertos que se delimitan unos a otros con pequeños cercados o alguna tapia. Varios senderos rodean los cercados de las huertas y cabañas de los campesinos. La aldea está en silencio; es muy tarde y todos duermen.
Al otro extremo, la ladera asciende bastante rápidamente para dar paso al bosque de aspecto fantasmagórico que domina toda la aldea, con robles y fresnos gigantescos que forman una especia de muralla natural, como si fueran las defensas de un sombrío castillo. Tiene un aspecto siniestro.
Bhratar y Tauldos apuran el último odre; parecen bastante eufóricos. Deilos y Merkar señalan hacia la aldea e intercambian impresiones. Te parece que Dahzor está un poco bebido, mientras intenta seguir socializando con los componentes de la expedición.
Al rato aparece Taifos, más relajado, incorporándose al grupo. Reemprenden la marcha, esta vez con más sigilo y adentrándose con cuidado por el sendero que va hacia la aldea.