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Le quitas la daga a Bhratar, que todavía gimotea en el suelo y le lanzas con fuerza el puñal a Merkar que en ese momento se dispone a disparar.
La flecha y la daga se cruzan en el aire. Merkar profiere un aullido de dolor y se sujeta el muslo, con la daga clavada hasta la empuñadura.
Te das la vuelta y corres hacia el bosque; buscas con la mirada a la chiquilla.
Detrás de ti se empiezan a oír muchas voces, no sólo del grupo, sino también de diferentes chozas de la aldea que gritan aterrados dando aviso de que están siendo atacados. Alcanzas a la muchacha cuando estás llegando prácticamente al bosque; está tumbada en el suelo con una flecha clavada en la espalda, la coges en brazos y os adentráis en la espesura.
Notas que el cansancio se apodera de ti por el esfuerzo tras la aceleración, pero sigues corriendo.
Escuchas el grito de Deilos al otro lado del bosque.
—¡Pagarás por esto, cobarde!
Estáis en un bosque cerrado y ya no escuchas ningún ruido. Te arrodillas junto a un olmo de tronco ancho y húmedo, tumbando con delicadeza a la chiquilla herida. Ves un hilo de sangre que se le escapa por la comisura de los labios…