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El lobo de cresta blanca se acerca rápidamente junto al lobo negro y resopla. Tres de los lobos, inquietos, quieren reanudar la marcha, pero el lobo más grande ladra con gañidos entrecortados y la manada obedece, deteniéndose. El lobo negro se pone en guardia y puedes ver cómo se le eriza el pelo mientras gruñe en la misma dirección que antes. Puedes escuchar un ruido sordo a lo lejos, que parece acercarse. El gran lobo gruñe impaciente y los otros lobos empiezan a retroceder.
En ese momento puedes percibir un olor muy raro, entre fétido y metálico.
Intuyes un peligro inminente.
La manada de lobos resopla y gruñe una vez más, plantándose delante de ti, dispuestos a afrontar lo que se acerca. Sea lo que sea, despide un olor cada vez más nauseabundo.
El lobo más grande, situado en el centro, se gira de repente hacia ti y te ladra con fiereza, mostrando sus fauces afiladas.
Te está ahuyentando para que huyas de este lugar. Algo se aproxima a toda velocidad y con pésimas intenciones. Y por la reacción de esos fieros animales deduces que sólo se puede tratar de una bestia muy particular: un corueco.