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Te lanzas sobre su espalda rodeándolo con tus brazos para impedir cualquier reacción. El encapuchado apenas consigue resoplar y su rostro se hunde en la hierba. Le mantienes sujeto de tal modo que le resulta imposible moverse. Constatas que no tiene mucha fuerza, tanto por la poca resistencia que has notado como por la escasa envergadura que tiene. Puesto que no forcejea, decides girarlo para arrancarle la capucha y verle la cara.
No te lo puedes creer… ¡Es una chiquilla!
Su aspecto es lastimoso; su cara y su pelo están tan sucios que eres incapaz de adivinar el color. Su vestimenta da pena. Por debajo de la capa lleva harapos y pieles, junto con unos calzones que le vienen grandes. Para sujetarlos usa una cuerda de esparto a modo de cinturón, del que cuelga una especie de cuerno de caza. No sabrías darle una edad, pero te parece que debe rondar los catorce años.