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Abandonas discretamente y en silencio el campamento, dejando atrás a todos tus compañeros de armas. Rastreas el lugar donde viste por última vez a la chiquilla, en busca de alguna pista de tu compañera de aventuras en el bosque de Corocín.
Estás arrodillado examinando una pisada cuando de repente notas una presencia a escasos metros que te sobresalta. Tríane se acerca y te pone una mano en el hombro, acariciándote la cabellera. Una vez más, no la has escuchado aproximarse. Sus esperanzadoras palabras te infunden algo de sosiego.
—No te queda otra alternativa que convertirte en fugitivo. Pero no temas, se avecinan tiempos revueltos en los que puedes culminar hazañas gloriosas y conseguir poder. Y si quieres seguir conociendo los secretos del Tahedo, ten paciencia y busca a un guerrero llamado Kratos May.
Adviertes cómo sus delicados y suaves dedos se deslizan por tu brazo hasta llegar a tu mano. Su nívea piel contrasta con tu curtido y rugoso pellejo de color cuero, tu brazo peludo y tus uñas sucias. Quieres mirarla a los ojos una vez más… pero ya no está.
Miras a tu alrededor, te encoges de hombros y te alejas por un sendero entre árboles. Estás pensando que vas a ocultarte durante tiempo en Ritión. Zarenyo te contó que habían lugares fantásticos allí y siempre quisiste vivir junto al mar. Con un poco de suerte os encontraréis por ahí y le podrás explicar lo sucedido esta noche. Miras a lo lejos… y descubres que apenas doscientos metros delante de ti, una pequeña figura con un arco en la espalda se aleja con lentitud y cabizbaja. Una sonrisa tonta te brota en los labios.
«Quizá no haga el viaje solo», piensas.
FIN