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La ayudas a incorporarse cogiéndola por el antebrazo.
—Si lo que dices es cierto, haremos lo necesario —contestas.
Has localizado de inmediato las seis figuras camufladas que siguen bordeando los huertos y ocultándose tras los cercados.
La chiquilla se ha colocado a tu lado y te observa de soslayo sin perderlos de vista tampoco.
—Vas muy bien equipado. Camuflado, con arco y espada… ¿Eres un montaraz o un rebelde? Por si no lo sabes, no se permite la posesión de ese tipo de armas por aquí.
Toda tu atención se ha centrado en las oscuras siluetas de tus compañeros que se mueven a lo lejos. Unas palabras retumban en tu mente, y te parece escuchar la voz de Tríane diciéndote: «Te estás embarcando en una aventura con terribles consecuencias. ¿Sabrás distinguir entre aliados y enemigos? ¿Podrás controlar tu destino? Tendrás que descubrir lo que otros no alcanzan a ver…».
—Ya haremos las presentaciones más tarde. Ahora tenemos que prestar atención y vigilar lo que ese grupo pueda hacer.
Retomáis la marcha, recuperando terreno sobre el grupo para poneros casi a su altura, separados por los huertos y las cabañas de los campesinos.