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Al llegar junto a un grueso fresno, te detienes para recuperarte y poder estudiar el terreno. En ese momento, te das cuenta que ella te está examinando detenidamente: tus ágiles movimientos, tu cuerpo curtido por el ejercicio, tu espada al cinto… tu brazalete con marcas azules.
—Eres… como ellos.
No sabes qué contestarle. Sólo la miras en silencio.
—No exactamente. Ellos mataron a mi familia. Tú me recuerdas al otro.
Se acerca lentamente, muy cerca. Su aliento calienta tus mejillas. A pesar de su mirada dura y fría, ves cómo unas lágrimas brotan de sus ojos.
—Dale recuerdos de mi parte cuando lo veas. —Te besa en los labios suavemente—. Se llama Derguín.
Con una mano acaricia tu mejilla, con la otra se enjuga las lágrimas. Se oculta el rostro con la capucha, da media vuelta y se aleja de ti.
Derguín… te suena mucho ese nombre. De pronto lo recuerdas: es un alumno de la academia al que expulsaron el año pasado después de infringirle un severo castigo. No recuerdas bien el motivo pero te suena que castigaron y expulsaron a su compañero también, un tal Mikhon Tiq.