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Has solventado el enigma. «Bribonzuela» y «Curiosear» son palabras pentavocálicas, es decir, que contienen todas las vocales, al igual que «Ecuación».
Algo te dice que ese curioso individuo puede saber algo de lo que está ocurriendo. Te acercas en silencio y descubres asombrado que en realidad se trata de una chiquilla que apenas debe tener catorce años. Bajo su capa con capucha, viste con pieles y harapos. Tiene el cabello largo pero parece tan sucio que no aciertas a adivinar el color. Lleva unas calzas que le vienen anchas y un cuerno le cuelga de un cinto hecho con cuerda de esparto. Mientras te habla, saca una flecha de su aljaba y se dispone a cargar su arco.
—Me alegro de no estar sola para plantarles cara. Te he visto bajar desde el bosque. ¿Eres de la aldea o un montaraz?
Su voz es algo ronca, y no se corresponde con su aspecto de niña. Te mira de soslayo y te asombra constatar que su mirada azul es fría como el acero, en comparación a la dulzura de su rostro. Ella también te está examinando con detalle.
—Llevas espada… ¿Eres un rebelde?
Decides obviar las preguntas. Su determinación te intriga.
—¿Qué quieres hacer con ese arco?
—Impedirlo.
—¿El qué?
—Que repitan lo que le hicieron a mi familia. Los asesinaron a sangre fría. ¿Me ayudas o sólo has venido a mirar?
Deilos, Taifos y Dahzor se acercan con sigilo a la puerta de la cabaña. Están a poco más de 50 metros y sus siluetas parecen demonios amenazantes.
Si cargas
tu arco como la niña, apuntando hacia el grupo, pasa a 144.
Si impides
que la niña dispare, pasa a
142.